Ambiente festivo, ganas de disfrutar y de alejarnos por un momento de las sombras del día a día. Así entendió nuestra Filarmónica el que debía ser el nexo para el variado programa del sexto abono de la temporada, que como viene siendo habitual en el mes de diciembre dedica a la Navidad. De este modo, ocupamos nuestra localidad, al igual que el numeroso público que casi cuelga el no hay entradas, con la sana intención de saborear esas eternas melodías que de una forma u otra son parte indeleble de nuestra vida y se adhieren a las señas de identidad que de una forma u otra nos identifican. Así, el maestro Colomer hizo de guía para adentrarnos en el concierto, apuntando en cada obra algún motivo o elemento reseñable dando de ese modo cuerpo al conjunto de obras que interpretó la OFM junto con las tres formaciones corales que llegaron a abarrotar el escenario del Cervantes.

En líneas generales, las páginas de los atriles, por todos conocidas, atendían a un público que la OFM busca para sus programas más serios. De este modo, se encuadra un pequeño ciclo, de dos conciertos -el primero lo escuchamos este fin de semana y el segundo llegará en la segunda quincena de enero con tres obras ampliamente conocidas-. Excedernos en este punto apareja el desinterés de ese otro público entendido, que a pesar de ceder y condescender con la loable intención de la Filarmónica esperaba un programa con más enjundia y sustancia. Es cierto que entre el gran oratorio que muchos aguardábamos y el programa pasado, continuación del escuchado la pasada temporada, existen diferencias y percepciones. Para el público en general no sería tan atractivo, mientras que para el habitual oyente tanta campanita y triangulito apetece algo decepcionante o manido.

Lo más sobresaliente del programa pasado nos llegaba en la primera parte, con dos obras bien distintas alejadas en su estética. La velada arrancó con el mundo de los sueños y los cuentos de la ópera Hänsel und Gretel, de Humperdinck. Colomer en su habitual concepción de los tempos supo introducirnos en ese mundo imaginario de hadas con una lectura ágil y vibrante.

Celebramos el centenario del nacimiento de Montsalvatge quien en el año cincuenta y ocho compone sobre el poema homónimo de Joan Maragall su Canto Espiritual. La gran pieza sirvió también para el estreno de Diego González Ávila en la dirección del Carmina Nova. Una buena, muy justa y merecidísima decisión por parte del conjunto coral malagueño, que con ella hace un ejercicio de madurez y autocrítica.

La segunda parte del programa se centró en una selección de villancicos G. F. Haendel, C. Geoffray, J. Rutter y G. Guinovart, cerrando el concierto con el tradicional Noche de Paz. Como muchos de ustedes sabrán, en estos días nos dejaba el tenor Francisco Heredia, que durante años asumió la dirección del Coro de la Ópera de Málaga. En el ambiente del concierto estuvo presente para muchos de nosotros su recuerdo. Sirvan estas pocas líneas como una sincera adhesión y reconocimiento a su impagable labor musical.