La actriz está de gira con la obra «Babel», sobre dos mujeres que engañan a sus maridos a la misma hora en que ellos las están engañando. La expresidenta de la Academia del Cine Español

se muestra comprometida con su oficio y la industria.

¿De que trata esta Babel, que la publicidad define como un «thriller de amor, sexo y desengaño»? ¿Es una reflexión sobre la crisis de los cuarenta?

Habla sobre todo de parejas de largo recorrido, de parejas que han perdido la capacidad de comunicarse. Al margen de los cuarenta o no cuarenta, también habla un poco de esa insatisfacción permanente que acompaña al ser humano. Como que siempre anhelamos algo que está fuera, que creemos que está en otro lugar. Sobre todo el tema de la incomunicación, esa dificultad de abrirnos realmente en profundidad con las personas que tenemos cerca. Cómo a veces nos resulta incluso más sencillo sincerarnos con alguien que acabamos de conocer una noche en un bar que con nuestras propias parejas.

Parece como si la situación de crisis actual se trasladara al ámbito personal, con dudas, inseguridades y replanteamientos.

Eso es algo que acompaña al ser humano desde que lo es. Nos acompaña y forma un poco parte de nuestra idiosincrasia, esa soledad, esa necesidad de estar un poco acompañados, de compartir el camino con alguien, pero al mismo tiempo esa dificultad para conectar con esas personas que nos acompañan en el camino.

Candela Peña afirmó en la ceremonia de los Goya que lleva tres años sin trabajar. ¿Tan mal están las cosas para los actores ahora mismo en España?

Sí lo están. El público tiene una idea distorsionada de lo que somos los actores. Candela Peña lleva tres años sin trabajar, hace un trabajo de tres días con un sueldo de tres días, en una película que le reporta de pronto un reconocimiento y una visibilidad espectaculares. Pero la realidad de ella como ciudadana que se levanta, trabaja y tiene una familia, es que todo eso está muy bonito y es una gran satisfacción personal, pero no se hacen películas, cada vez es más difícil levantar un proyecto de teatro, hacer giras... Nos han subido el IVA a un 21% y la cultura ya no es una cuestión de Estado, como deberían también serlo la sanidad, la ciencia, la investigación y la educación. Esa es la realidad de nuestro día a día.

¿Y usted en qué situación se encuentra?

Soy de los privilegiados, los que tenemos la suerte de trabajar con frecuencia. Yo, además, he hecho teatro desde el principio, así que aunque no haga cine -que no lo hago desde Maktub, hace dos años, y no porque no quiera- tengo la ventana del teatro. Pero también con muchas dificultades, porque las circunstancias están empeorando a marchas forzadas.

La gala de los Goya fue, para algunos, demasiado reivindicativa. ¿Qué opinión le merece el tono del espectáculo?

Me siento muy orgullosa de mis compañeros. Hubiera sido muy frívolo y me hubiera decepcionado profundamente que una gala como la de los Goya no reflejara el sentir popular y lo que está pasando en la calle. Las circunstancias ya nos superan. No sabes ya, abres el periódico o pones la televisión y cada día se van sumando nuevos disgustos, nuevas decepciones. Hicieron lo que tenían que hacer.

Porque el cine refleja la realidad...

El cine es un reflejo de lo que nos pasa en la vida, sí. Es espectáculo y entretenimiento, pero sobre todo es un espejo de la realidad. Así lo demuestran muchas películas que vemos constantemente. Es lógico que los que nos dedicamos a hacer cine o teatro hagamos extensivo ese compromiso que tenemos con las historias que contamos a una gala de los Goya.

¿Se ha demonizado a la gente del cine en nuestro país?

Sí. La gente nos ve a los actores, que además nos ponemos para la gala un traje que es prestado, pues como la carroza de la Cenicienta, que a la una se convierte en calabaza y hay que devolverlo, junto con las joyas también. Pocos, poquísimos, se pueden permitir comprar se un traje así. Detrás de nosotros hay todo un entramado que va desde el diseñador de vestuario al señor que empuja la grúa, el que hace el catering, el transportista que lleva el material en los camiones, y así una lista infinita de oficios, de familias que viven de esto.

Lo que parece que va bien todavía son las series de televisión, con una gran aceptación que demuestra que los españoles sí tienen ganas de ver a sus actores y disfrutar de historias cercanas a sus vivencias.

Afortunadamente sí. Tengo la suerte de empezar una serie el próximo mes de mayo, que se titulará Galerías Velvet, para Antena 3, y es una serie que promete estar muy bien, ambientada en los años sesenta.

Y queda también el teatro...

Estamos viviendo como una edad de oro en el teatro en cuanto a oferta y creatividad. Pero una vez más la realidad nos es adversa. Se están siguiendo políticas nefastas, que van cerrando cada vez más puertas. Las giras que antes se hacían ya no se pueden llevar a cabo porque difícilmente se puede ir a taquilla en la mayoría de las plazas, no se pueden acometer espectáculos con repartos que superan los cuatro o cinco actores. Antes había una red de teatros públicos que contaban con unos presupuestos que posibilitaban hacer estas giras y que las compañías pudieran moverse por todo el territorio.