Todos aquellos que profesamos adoración por la lírica teníamos una cita obligada en el Teatro Cervantes este pasado domingo. Carlos Álvarez, después del punto y seguido que lo ha apartado durante varios años de los escenarios, reaparecía ante el público que vio nacer al artista. Colofón para una agenda variada de conciertos, como el que días antes ofreció en el Auditorio de la Diputación, y dentro del Ciclo La Filarmónica Frente al Mar, Berna Perles, soprano que hizo su debut ante el público malagueño, la temporada pasada de la mano de Álvarez.

Con el coliseo hasta la bandera, la expectación era máxima para volver a escuchar a este completísimo artista malagueño. En programa, un repertorio que fue ganando en comodidad y soltura por parte del barítono malagueño, que se hizo acompañar, para la ocasión del pianista Rubén Fernández-Aguirre, una apuesta segura a la que acuden numerosos solistas nacionales. Con estos mimbres el cantante malagueño seleccionó un repertorio poco habitual aunque atractivo, caracterizado por la singularidad y variedad de los autores. Así, la primera parte del programa tuvo un marcado carácter iberoamericano, para continuar en la segunda porción del recital con canciones inspiradas en poemas de Shakespeare y finalizar con una selección de grandes canciones de un género consagrado en el siglo pasado como es el musical.

Flores argentinas, ciclo de canciones escritas por Carlos Gustavino en el año sesenta y nueve sobre textos de León Benarós, fueron las elegidas por el cantante malagueño para comenzar el recital. Sin forzar en el plano vocal, la interpretación se revestía de cierta elegancia, a veces sensual, otras sentida, pero en todo momento se dejaba entrever que el artista regresa a las tablas con muchos éxitos aún por cosechar. Destacar la interpretación de El clavel del aire blanco, una de las obras destacadas de la velada por el exquisito mimo con que la dotó Álvarez.

Dos obras de Piazzolla y Morricone fueron las elegidas por Fernández-Aguirre como piezas instrumentales para el descanso del barítono malagueño. Piazzolla sirvió de prólogo a las dos bellísimas canciones del compositor español Miquel Ortega, acomodado entre las butacas del Cervantes, dedicadas a Carlos Álvarez. Ortega fue también el encargado de abrir la segunda parte con sendas canciones sobre poemas de William Shakespeare, autor que también inspiró las piezas seleccionadas de Vaughan Williams y Gerald Finzi, con las que se elevó la intensidad y complicidad del cantante con el auditorio.

Las tres últimas obras del programa centraron la atención en el gran musical, gracias a los arreglos de Carlos Imaz. Tres páginas de autores imprescindibles: Richard Rodgers, Nicholas Brodzsky y la inmortal The imposible dream de Match Leigh, del musical Man of La Mancha, que despertaron encendidos aplausos que sirvieron de punto y final al programa. No obstante, la insistencia de los aficionados tuvo como recompensa dos propinas bien distintas. Por un lado, el estreno de la canción Mama, de Nino Casella, con arreglos de Iván Villa, y de Francesco Paolo Tosti L´ultima canzone, con la que Carlos Álvarez concluyó definitivamente el recital, quizás el prólogo a una futura producción escénica, si antes no terminan por vaciar de contenido la Temporada Lírica.