Cuando acaba la temporada taurina, es momento de recordar lo sucedido, de reconocer la labor realizada en el ruedo con distintos actos culturales. Esta campaña, concretamente el 15 de agosto, se cumplía una efemérides importante para el mundo del toro en nuestra provincia, con el XXV aniversario de la alternativa del diestro Pepe Luis Martín.

Nacido en la malagueña barriada de El Palo, criado en El Burgo y hecho torero en Ronda, en 1989 fue protagonista de una inolvidable tarde en la que su padrino y su testigo de alternativa, Curro Romero y Rafael de Paula, protagonizaron con él una actuación memorable. Ahora, un grupo de aficionados denominado La Cuadrilla del Arte y la Peña El Sombrero quieren rendirle un homenaje que tendrá lugar este mediodía, y en el que se le impondrá el Sombrero de Oro.

Es tiempo para hacer balance de un cuarto de siglo de matador de toros, casi una década en activo, de uno de los toreros más artistas que ha dado Málaga en los últimos tiempos. «Es gratificante de la afición te recuerde», recordaba ayer el diestro, aunque lamentando «que no hayan sido veinticinco años en activo, porque habrían pasado muchas más cosas, algunas buenas y otras menos buenas». Hoy, alejado de este mundo salvo por su labor como asesor de la presidencia en el palco de La Malagueta y de la Maestranza de Ronda, se sigue sintiendo «torero por encima de cualquier cosa y en cualquier circunstancia".

Antes de llegar a esta alternativa, vivió una etapa novilleril «fugaz, de apenas dos años y medio, que fue la más bonita y en la que más disfruté». Nada que ver con las ganaderías que posteriormente le tocaría lidiar. Así, con gran ambiente, y después de haber sido «un buen alumno que sabía escuchar a los mayores», llegaba esa fecha soñada en Málaga. Curiosamente, una año antes había compartido ya cartel con esos dos genios en un festejo mixto. Pero ahora era diferente, era el momento de doctorarse. «Hay quien dice que el triunfo de Curro y Paula me cortó mucho, pero pienso que para nada, que sirvió para engrandecer mi triunfo», rememora.

A partir de ahí hay una etapa bonita, con grandes éxitos como el de la Feria de Málaga de 1991. «Todo fue muy rápido para confirmar en Madrid, pero salió muy bien», donde llegó a torear en catorce ocasiones, lo que le permitió cumplir otro sueño, que el maestro Antonio Ordóñez le llamase para torear las goyescas de 1991 y 1992. «Imagina verte allí, siendo rondeño?».

Pero no todo es de color de rosa en esta difícil profesión. «Las corridas llegaron más a cuentagotas, y los triunfos ya no eran tan seguidos», aunque mantuvo un gran cartel en América, fundamentalmente en Venezuela. Llegaron las corridas más duras del campo bravo español, y también las cornadas, la más fuerte en la femoral de un toro de Palha en agosto de 1996 en Bilbao, «que me marca porque allí estaba yo ya aburrido, yendo a las corridas a sabiendas de que lo que me iba a encontrar no iba a embestir como yo necesitaba para hacer mi toreo», se lamenta antes de sincerarse: «He cometido el error de torear todos los toros igual, con la pureza. Estaba obsesionado con la pureza y lo sigo estando, y si volviera a torear lo haría igual porque es lo que siento. Pero ese toro requería más técnica, y eso iba en contra de mis principios».

Aunque nunca anuncia su retirada, sin decir nada cuelga los trastos de torear y se aleja por completo de la que había sido su vida. «Tenía 27 años, quizá debería haber aguantado más, pero creía que era el momento de dedicarme a otras cosas», indica. «Con el tiempo, me llena de orgullo que los aficionados sigan diciendo que he sido un buen torero, o al menos que se reconozca que he hecho el toreo más puro que he podido, es algo que me honra porque es lo que siempre me ha enseñado mi padre», indica satisfecho. De valor, asegura que tenía «el necesario, pero las circunstancias no acompañaron».

Desde su último paseíllo, el 3 de octubre de 1998 en Churriana, infinidad de veces le han propuesto volver a torear, «pero no he visto ninguna propuesta lo suficientemente en firme como para regresar». En caso de haber tenido esa oferta «habría vuelto sin duda», pero «el tiempo ya pasó, y ahora mismo ya no tengo nada que demostrar a nadie que no sea a mí mismo».

Agradecido a la prensa, la afición y sus peñas (tiene en Ronda y Bilbao, además de otras como Los Cabales de Antequera, El Palustre o La Paz, junto a ahora El Sombrero que le han apoyado durante toda su carrera), hoy celebra estas bodas de plata de alternativa con la satisfacción de haber hecho el paseíllo con toreros de la talla de Litri o Aparicio de novillero, o de Manzanares o Paco Ojeda (su torero), ya de matador. Hoy, si pudiera elegir un cartel para el 15 de agosto de 2015, se anunciaría mano a mano con Morante de la Puebla: «Ese es el torero que a mi me habría gustado ser; no sé si el cuerpo me habría dado para eso, pero es lo que buscaba».