En este nuevo trabajo dice haber encontrado la esencia del sonido de Revolver, algo que lleva buscando hace 25 años.

Pues la verdad es que sí. El hecho de buscar hace que sea divertido. Nunca está todo lo suficientemente bien, algo que es una constante en toda mi carrera. Lo que más me fascina en el mundo es tocar solo. Y este formato es lo más parecido, aunque más potente.

Eso es abrazar la teoría del menos es más.

Claro, es cierto. Pero es muchísimo más fácil grabar cuatro guitarras en una canción que grabar solo una. Cuando hay una única guitarra tiene que ser la guitarra y poseer un sonido muy completo. Por eso creo que, a nivel de producción, es uno de los discos más complejos que he hecho en mi vida: arreglar con muchos instrumentos es muy sencillo, es muy distinto hacerlo con uno y que todo tenga sentido y que no sea aburrido. Pero, igualmente, es muy atractivo y me lo he pasado muy bien.

Las canciones de este álbum dan cuenta de la situación actual. ¿Es imposible despegarse de la realidad a la hora de componer?

No lo he hecho nunca. Alguien me decía hace unos días que este álbum tenía tintes sociales. Joder, esto lleva ocurriendo desde 1996. Es una constante, porque las canciones que escribo hablan de lo que veo por fuera y lo que siento por dentro.

Pues la realidad social no da para ser muy optimista...

Mientras pensemos que el problema es de los demás, desde luego, no hay esperanza. Hasta que no llegue el día en el que nos demos cuenta de que el problema somos nosotros... Quizás, a partir de ese momento, tengamos una esperanza real. Esa es mi opinión. Así lo veo.

Ha dicho que nos ha tocado vivir con la peor generación de políticos de la historia. ¿Cree que también estamos lidiando con la peor generación de roqueros?

Puede que sí. No sé cuál es la mejor ni tampoco a la que yo pertenezco. En España, en cuestión de rock, hacemos lo que podemos. En otro tipo de música, no. Pero en el rock, empezando por mí y terminando por el último, hacemos lo que podemos.

¿Por qué cree que el rock ha perdido su fuerza? ¿En qué ha fallado?

Hay una diferencia que pulveriza todo: hace quince años, si querías escuchar música tenías que poner la radio o irte a la tienda a comprar un cedé. Hoy escuchas lo que te sale de las narices a la hora que te sale de las narices. Tú eres tu DJ y se acabó. Cada uno escucha lo que quiere, no lo que le ponen en la radio. Todo es mucho más ecléctico porque tienes a golpe de click todas las canciones del planeta.

Parece que la música en España, como también ha ocurrido con el cine, se recupera. O al menos eso apuntan los datos de ventas del último año.

Vamos a esperar a un año en el que Pablo Alborán no saque disco y que no haya Ocho apellidos vascos, y entonces hablamos. No creas que no me alegro del éxito de los demás, me parece fantástico, pero hay algo que todavía me dice que esto no es real. Ojalá sea cierta esa recuperación, pero aún tengo ciertas reservas.

Las elecciones nacionales llegarán en noviembre. ¿Cómo vive la agitación que se respira?

Hace unos cuantos meses, un psicólogo me dijo que la mayoría de sus pacientes llegan a sus sesiones creyendo que él va a solucionarle los problemas. Aunque lo único que hace es facilitarte las herramientas para que tú soluciones tus problemas. Si tenemos que esperar a que venga un partido político para sacarnos de esto, que Dios nos coja confesados. Ocurra lo que ocurra, la irrupción de un partido, ya sea Podemos, Ciudadanos o UPyD, que acabe con el bipartidismo es algo buenísimo. Porque lo que primero que provoca es que los que están en la silla tenga que borrar su nombre de ella. Y es que la silla no es suya: es tuya y mía, aunque no la ocupemos. Somos nosotros los que decidimos quién queremos que la ocupe. Puedes estar o no de acuerdo con sus criterios, pero la irrupción de Podemos me parece necesaria.