La historia de Richard Bona es la de una pasión casi obsesiva por la superación personal y musical. A los cuatro años, el camerunés ya practicaba doce horas diarias con el balafón y, después, él mismo se fabricaba sus propios instrumentos con los desechos que encontraba en su aldea -aprovechamiento del que han hecho un auténtico arte los congoleños Konono nº 1-. Cuentan que la primera vez que escuchó a Jaco Pastorius, el bajista que definió el jazz fusión con Weather Report, abandonó todo y dedicó su tiempo a esas cuatro cuerdas. Desde entonces, Bona es uno de los grandes exponentes de la guitarra baja y uno de esos viajeros por el mundo musical, colaborador de estrellas del soul -John Legend-, virtuosos eternos -el guitarrista Pat Metheny- y mitos de la música -Harry Belafonte-. Esta noche demostrará su magisterio musical en El Portón del Jazz, de Alhaurín de la Torre.

Será la segunda cita del exquisito ciclo de recitales, después de la excitante velada que ofreció el norteamericano Robert Glasper. Con Glasper Bona comparte su visión desprejuiciada de la música, y concretamente del jazz, aunque el camerunés factura una fusión mucho más suave y multicultural; una música con un origen muy claro: «Mi voluntad de aprender. Porque la música es, para mí, el estudio de la vida, y eso nunca termina. Me gusta y quiero que siga así», suele comentar. Y, ¿cómo aprende Richard Bona? «Investigo pero no como un científico; mis investigaciones son mis viajes, provienen de conocer a gente, de escuchar y de capturar imágenes y sonidos».

La de esta noche en Alhaurín de la Torre será, por tanto, una ocasión excepcional para escuchar lo que tiene que decir un auténtico viajero de la música, un alumno de la vida y un instrumentista que supo encontrar su pasión entre las latas y los neumáticos pinchados de una aldea perdida en Camerún.