­Desde hace más de un año, hay dos pablos de Málaga -bueno, olvidemos por un momento al sempiterno Pablo Picasso-: Alborán y López. El primero es una superestrella de la música, el joven que ha reverdecido el fenómeno fan en nuestro país y que ya es una presencia habitual y deseada en Latinoamérica. El otro aún busca su sitio pero sus pisadas son cada vez más fuertes. El 4 de septiembre, Pablo López lanza su asalto definitivo, su segundo disco, El mundo y los amantes inocentes.

Lejos queda su participación en Operación Triunfo, en la que destacó como el concursante algo contestón y deslenguado que no tenía miedo a decir lo que realmente pensaba al jurado del talent. Entonces, Pablo López era un chaval jovencito de Fuengirola pero tenía las ideas muy claras. No ganó, ni suponemos que quisiera hacerlo en realidad; él prefería hacer las cosas despacio, a su manera, transigiendo lo justo con la industria y macerando un repertorio propio, sin versiones de hits recientes para rentabilizar la popularidad. Sembró con paciencia y, finalmente, recogió con Once historias y un piano, un debut a su nombre que sorprendió a propios y extraños en el mainstream: arreglos cuidados, canciones con gran ambición melódica, textos mimados... No pasó desapercibido, ni mucho menos: apadrinado de alguna manera por Telecinco, que hizo sonar sus temas en Gran Hermano, le propuso como asesor de Antonio Orozco en otro talent, La Voz y le encargó el tema principal de la serie El Príncipe, el fuengiroleño que tocaba en garitos de la Costa cantaba en un grupo llamado Niño Raro es ahora uno de los talentos a punto de despegar definitivamente en el panorama nacional. El 4 de septiembre estrena su segundo álbum, El mundo y los amantes inocentes.

En agosto del año pasado, en una entrevista con La Opinión, López avanzaba: «Ya estoy empezando a escribir el nuevo disco. Los tiempos apremian y hace falta que vaya teniendo material nuevo. A mí también me apetece. El corsé al que me veo sometido por culpa, para bien, de cómo ha ido el primer disco es grande. Artísticamente, creo que he creado un grupo de canciones con mucha vida y en las que pasan cosas dentro de ellas. Y profesionalmente, por lo lejos que ha llegado y la buena crítica y aceptación del público que ha tenido. Es complicado sentarte delante del piano y la libreta para escribir algo nuevo que tiene que estar muy por encima de esto».

Ha trabajado duro, muy duro. Porque el éxito de la reválida lo necesita como el comer: «Podría hacerme el valiente y decir que me daría igual si el disco tiene el mismo éxito o no que el primero... Pero te confieso que me hundiría en la miseria. Todo esto me ha costado muchísimo trabajo, tanto a mí como a todo el equipo que trabaja conmigo. Cada pasito de un metro que das cara al público son cien kilómetros de trabajo interior, el que no ve la gente. No me gusta andar para atrás nunca. Me veo en la obligación personal, no sólo cara al público, los medios, la discográfica y mi gente, de mejorar. De hacer cosas mejores que las que ya he hecho. Si no tendría que olvidarme y dedicarme a otra cosa».

Para ello repite como escudero con Kim Fanlo -la otra mitad de Nena Daconte, curiosamente, aquel dúo que surgió de otra contestona de Operación Triunfo, Mai Meneses-, pero, eso sí, ha habido un mayor esfuerzo económico para lograr mejores acabados: de hecho, el disco ha sido grabado en Madrid pero también en Los Ángeles y Miami. Poco o nada más se sabe de un trabajo que, como todas las cosas hechas con mimo, también cuenta con un gran secretismo alrededor.