Empalma una gira con otra, vuelve al cine con Álex de la Iglesia -Mi gran noche-... ¿Usted lo del descanso del guerrero no lo contempla, no?

¿Qué es eso? [ríe]. Es una forma de vivir como otra cualquiera, que me gusta. Es una forma de vivir que he soñado toda mi vida. Lo que más me gusta de este mundo es estar en un escenario con la gente que me quiere enfrente. Qué bueno es que mi carrera es tan larga y tan maravillosa y que yo estoy en perfectas condiciones. Desde hace doce años me han puesto un motor nuevo, debe ser de un rolls o algo así... estoy mejor que cuando tenía 30 años.

¿Por qué una gira con orquestas sinfónicas?

Pues porque es lo máximo que se puede hacer en un escenario. Mi público lo merece y encantado de hacerlo. Es un sueño desde que empecé mi carrera. He tenido la suerte de cantar con sinfónicas pero puntualmente, en el Auditorio Nacional, en Nueva York, en México. Pero una gira mundial de tanto tiempo, no; es más de un año y para mí es la dignificación de mi carrera, algo fantástico. Y el público lo ha acogido de una forma tan entusiasta que es maravilloso verles al final. Hay un plus que no sé explicar, pero he notado que la gente hasta se viste de otra manera, porque van a ver a su Raphael de toda la vida encima con sinfónica, es como ir de boda.

¿Qué diferencia hay al tener que acoplar su voz a 70 u 80 músicos?

Esto es más complicado, pero es maravillosamente complicado. Es una gozada, para mí que sé hacerlo es una gozada, puedes usar todos tus recursos, todo tu saber hacer en el escenario, te sale todo lo que has aprendido. Empieza el público a ver que haces cosas que antes no hacías. Toda la sabiduría de una vida sale.

Y además empieza de cero con ellos porque actúa con orquestas locales de cada lugar a donde va.

Repito con algunas, en Madrid, con la de Málaga, la de Bilbao también hace varias actuaciones. Pero todas tienen un nivel muy grande y como mi director va primero a ensayar con ellos todo está en su sitio.

¿Repasa sus temas de siempre o hay alguna sorpresa?

Hay muchas sorpresas, pero no pueden faltar los temas de siempre aunque están tan engrandecidos que son casi nuevos.

¿Qué va a ser lo siguiente?

Pues ya hay algo pensado y hecho casi. Yo soy así, siempre soy un culo inquieto y siempre estoy maquinando. En vez de terminar siempre estoy empezando. Es otra cosa que no tiene que ver con la sinfónicas, pero que aún no cuento.

¿Hay alguien con quien le gustaría compartir escenario y todavía no lo ha hecho?

Pues no, la verdad no. Con todos con los que he querido hacerlo lo he hecho, pero igual el mes que viene me apetece hacer algo con alguien porque me provoque por cualquier razón.

De uno a diez, la voz de Raphael está en el...

No, yo no puedo ponerme nota a mí mismo. No sabría. La nota que me la ponga siempre el público. Pero me encuentro como nunca, con una fuerza tremenda, «con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento...», lógico después de lo que me pasó (en referencia a su trasplante de hígado) y de funcionar como funciona.

Le hemos entrevistado tantas veces que me gustaría preguntarle qué pregunta no le han hecho y le gustaría responder.

Todas las preguntas, aunque quieran decir lo mismo, cada vez me lo preguntáis de diferente manera. Afortunadamente en el idioma español hay muchas palabras para explicar las cosas de distinta forma. A mí me resulta divertido porque hablo de algo que me importa muchísimo que es mi carrera.

No le gusta hablar de política, pero voy más por el tema ciudadano. ¿Cómo ve Cataluña?

Lo único que puedo decir es que no me gustaría que se separaran, me gustaría lo que he conocido toda mi vida. A Cataluña la adoro, la quiero muchísimo porque se han portado conmigo de maravilla y tengo millones de amigos. Me gustaría que siguiera así, pero mejorando las cosas que tenga que mejorar cada parte. Nunca se puede vivir como se vivía el año pasado. Pero que no hubiera separación. España y Cataluña han vivido muy bien codo con codo toda la vida, ¿por qué no vamos a seguir juntos?