La compañía Los Lunes ha presentado en el Teatro Echegaray la obra de Maria Goos, Ayuda. Un espectáculo con diversas lecturas, como suele suceder cuando lo que se nos ofrece es una relación entre personas. Somos complejos y por suerte no muy simples. Qué soso sería lo contrario. Pero así como los individuos tienen diversos planos entre los que escoger día a día para sus preocupaciones, así resulta interesante cuando el personaje escrito y luego representado también ofrece esa cualidad. Mérito de la autora en este caso, que centra su interés en un tema, pero no obvia la diversidad de un cerebro humano.

Así los personajes de Ayuda deambulan entre discursos más o menos irrelevantes para situarnos y poder conocer su condición humana antes que decidamos si el tema central es consecuencia circunstancial o decisiones personales. La historia de un banquero que sufre la pérdida de trabajo, de posición, de esposa e hijas, que cae en la enfermedad y la estupidez mental, se altera cuando empieza a descubrir todo un mundo que le era ajeno, el doméstico. ¿Y quién hace que este personaje cambie de piso como quien se sube a un ascensor por un edificio desconocido? Un asistente, el muchacho que ha venido a limpiar la casa cuando él no estaba, cuando estaba trabajando. Un desconocido que lo consuela y lo ayuda. Alguien que finamente se convierte en un amigo. O no. Porque este personaje, un emigrante, cariñoso, desprendido, también esconde tras su aparente voluntariado, ansias por lograr objetivos económicos, aprovechando la debilidad del amo, que le ayuden a retornar como un magnífico entre sus semejantes a su tierra. El texto finalmente se decanta, y puede que ese sea el único error, porque lo interesante sería ver cómo cada cual defiende finalmente su vida sin tomar partido. Esa doble moral justificada o no.

La puesta en escena, sencilla pero útil, logra centrar el trabajo de los actores como elemento fundamental. Y he ahí el acierto, porque además Lino Ferreira y Juan Antonio Lumbreras hacen una labor espléndida de interpretación. Parece que el espacio en el que se mueven fuera prácticamente el salón de su casa. La naturalidad con que dan vida a los extensos diálogos y la habilidad con que ambos encaran al público logra concentrar el momento escénico, que se pasa volando, como si espiáramos un momento en la vida de otras personas. Una buena puesta en escena, que permite regalarse un momento de entretenimiento con historias ajenas, de las que disfrutar chismorreando.