Una Europa sin sentido, añeja, clasista y asustada, atrincherada en su nefasta unión, convertida en un banco más, que mira como parásitos a sus miembros del vagón de cola, mientras escasea la leña de los árboles caídos, que malnutre la caldera de un tren que hace tiempo está en vía muerta y a punto de descarrilar. Un feudo cristiano sin más fe que su moneda y sus préstamos, sus primas de riesgo y los primos que siguen su juego, que cierra sus puertas a cal y canto, como una cruzada contra el espanto, la realidad y la huida hacía atrás para no ver la miseria en el espejo de su propio rostro. Crisis de valores, de humanidad, de empatía, una comunidad de vecinos con derramas constantes, cuentas opacas, comisionistas y viajes en primera para no solucionar nada, sino todo lo contrario.

Pero no se preocupen, que aquí no pasa nada: seguirán viniendo a ver nuestros museos, nuestras playas, bebiendo tinto con gaseosa y llenando hoteles para jugar al golf, saltar de los balcones, destripar bufetes y comprar llavero; al turismo, una sonrisa y a Europa, las llaves de la casa para que la cierre con doble vuelta, no vaya a ser que en una playa se asusten al contemplar un niño boca abajo en el agua.

Aprovechando el tiempo de introspección, de contrición, ruegos y plegarias que de corazón emanan estos días de los feligreses que te amenazan con cortarte la oreja con un coqui si te atreves a abrirte paso mientras ellos contemplan sus imágenes de pasión, he decidido hacer una promesa esta semana; no es un acto de displicencia sino de total complacencia con mi saludable estado de buen humor, mi creciente gusto por la clausura hogareña y un sensato acto de coherencia con mi aproximación a la apostasía: no pisar el centro ni para recoger una herencia. Espero que las dádivas divinas lo tengan en cuenta llenando mi cornucopia de parabienes y fruta fresca. Benditos seáis.

Pero, bueno, podría ser peor, podríamos estar en Estados Unidos abusando del Fortasec, contemplando la ascensión a los altares de Donald Trump: nadie pensaba que podría haber un presidente más malo que Reagan pero llegó Bush padre, después a nadie se le ocurrió pensar que surgiría otro más nefasto y llegó el hijo... Después de este ni siquiera el guionista de Hora de aventuras podría haber vaticinado otra vuelta de tuerca, pero no, en América los sueños se cumplen, en algunos casos, pero también las pesadillas. Señores ultraconservadores, hinchas religiosos apoyando a un candidato con menos valores fervorosos que Nacho Vidal... Antes se le achacaba a la doble moral la frase manida de la mayor industria armamentística, del porno, del juego€ y la más ultrarreligiosa en un mismo terreno. Yo creo que más que doble moral es la inquebrantable fe por el dinero tanto a un lado como al otro del océano; el mismo dios y el mismo demonio a cada lado de la moneda.

Mejor agarrarse a la cotidianidad de este humilde columnista, al que le quedan grande todas estas ínfulas pero como tenemos confianza yo me desahogo con ustedes. Por lo pronto seré testigo de un milagro de nuestro tiempo: mis padres cumplen cincuenta años de casados y comiendo perdices -bueno, la verdad es que gazpachuelo y ropavieja- en este mundo feroz.

Todavía queda un resquicio de esperanza, con estos actos de fe en el amor, el respeto y el cariño eternos. Don Joaquín y La Faraona: eso sí que es una unión europea.