Factoría Echegaray ha presentado la tercera de las producciones de esta primera temporada, El proceso, en versión y dirección de Belén Santa-Olalla. El texto original es el de la novela de 1925 de Franz Kafka con el mismo título y que se considera columna vertebral de la literatura moderna, y a la que se le rotula como obra filosófica existencialista. Un libro con un lenguaje complejo donde unos quieren ver temas con aires anarquistas sobre la ley y la justicia y otros la conciencia como tirana del subconsciente.

Se han hecho muchas adaptaciones teatrales desde esos años veinte a la actualidad de un texto complicado de acercar al espectador por un lenguaje que a veces se pretende críptico. Lo que siempre queda es esa sensación de opresión que inevitablemente está en el ambiente del original. La puesta en escena de Belén Santa-Olalla conserva esa sensación en el tono general. Lo cierto es que ya desde antes que comience el espectáculo, y en el mismo marketing que la rodea, se nos sugiere un trabajo multimedia como vehículo creativo que dará base a la escenificación. Es una promesa de lenguaje teatral alternativo que no se ve cumplida.

Sí hay una web previa con la que interactuar si se desea, e incluso un comienzo de espectáculo en el zaguán del teatro que apunta en esa dirección, pero inmediatamente en la sala asistimos a una representación convencional, y eso al cabo contraría las expectativas. Lo que sigue parece no haber encontrado su equilibrio como espectáculo teatral que se descompensa entre una música tremendista que está muy por encima de las situaciones, y una escenografía que quiere ser sólida pero resulta un lastre al ritmo del espectáculo.

La atención del espectador se dispersa de lo importante detrás de unos cambios excesivos en el emplazamiento de las piezas que además no siempre están bien integrados con la acción. Sí hay que reseñar que el trabajo actoral es muy bueno, con un elenco que acaricia con entrega momentos interpretativos intensos. La versatilidad en la creación de las distintas tipologías que cada actor lleva a cabo es de lo más acertado del espectáculo. Y los episodios de enfrentamiento entre personajes resulta sólido y convincente. Así se consigue emocionar y hacer copartícipe al espectador. No en balde hay un reparto -Alessandra García, Antonio Arcos, Antonio Navarro, Garikoitz Lariz, Lucía Moreno - capaz de sustentar con experiencia y cohesión un trabajo al que no se le puede negar al menos el riesgo asumido.