La historia narrada por Dumas sería el punto de partida de una de las obras líricas más universales e interpretadas de la historia de la ópera y que volvía a la programación del Villamarta este pasado viernes. Hace ahora dos décadas que el teatro jerezano, uno de los pocos faros de referencia del género en el sur, apostaría por una producción propia que el tiempo ha consagrado para los aficionados y ha servido para amortizar sus costes por parte del Villamarta. Producción clásica con fidelidad a los escenarios de la trama, vestuarios y cierto margen para la creatividad dramática como el espectro de Violeta que aparecen en el preludio y el intermezzo. Cuestionable en cambio, el acento cómico del ballet del segundo acto que aleja en exceso la tensión de la propia historia. No obstante, la dirección escénica de Francisco López apetece resuelta y convincente, tanto como para mantenerse en los escenarios líricos españoles durante dos décadas.

Entre la Aida de la temporada pasada y la actual producción el coro del Teatro Villamarta destaca por su notable evolución como conjunto gracias a la labor realizada por su actual titular, Joan Cabero. Cabero presenta un trabajo basado en la solidez de la emisión y el equilibrio entre cuerdas. El resultado, aún en ascenso, denota una reconstrucción de la técnica que busca un sonido más compacto aunque aún le falten ciertos destellos que luzcan el esfuerzo.

Raquel Lonjendio y José Luis Sola, Violetta y Alfredo, centrarían buena parte de la atención solista. El dúo español derrocharía capacidad vocal y técnica aunque en la escena no resultaran tan convincentes, que dejaba un tanto escaso el hilo argumental y dramático dibujado por Verdi. Longendio firmaría un segundo acto enmarcable, mientras que Sola mostraría ciertas dificultades menos aparentes en el último acto de la obra. Al dúo de Longendio y Sola, se unía la voz del barítono Javier Franco quien sí equilibraría lucimiento vocal e interpretación. En este sentido, Franco sería un referente constante en la construcción del drama. Salmoral, Cabero, Álvarez, Lagares y Rodriguez se caracterizaron por la discreción de sus correspondientes roles que en nada favorecería la credibilidad de la puesta en escena.

José Maria Moreno dirigió con firmeza, desde el foso, a la Filarmónica de Málaga. Moreno, marca en su interpretación dinámicas generosas, en ocasiones sutiles y en otras acentuadas buscando ese punto intermedio entre el punto puramente instrumental y el desarrollo vocal de solistas y coro. Su versión apetece sobresaliente y fresca, sin exageraciones buscando siempre el equilibrio reseñado.

Villamarta sigue en pie, capeando con esfuerzo temporal y no pocos portazos, la prueba más palpable fue esta inolvidable Traviata, meritoria y excelente en su conjunto.