01 Jia Aili

Comisariado por Fernando Francés (CAC)

Hasta el 18 de junio

La exposición de Jia Aili es la tercera de una serie que tiene a China como país referente. Si en anteriores ocasiones pudimos ver el trabajo escultórico e instalativo de un artista de fama mundial como Ai Weiwei y sus Circle zodiacs, en ésta se reivindica el género pictórico que ya inició Yan Pei-Ming allá por 2015. El papel predominante de China como motor económico del mundo es algo que nadie pone en duda; quizás por ello se hayan planteado, como lo hicieran los Estados Unidos en los años 50, el poner a sus artistas en el mapa para convertirse así en un referente dentro del mundo del arte. La cuestión está en que la mayoría de arte que se crea en China se vende dentro de sus fronteras. Es uno de los lugares donde el coleccionismo creció más en los últimos años; hecho que cristalizó con la creación de una feria internacional en Hong Kong dentro del circuito de Art Basel en 2012. Con ello se quiere decir que debido a su potente consumo resulta difícil que la obra de muchos de estos artistas trascienda sus propias fronteras. Esto es algo que Fernando Francés ha visto muy bien erigiendo al CAC como centro casi pionero, junto con la Saatchi Gallery londinense, en la exposición de artistas provenientes del gigante asiático en Europa.

Jia Aili despliega en las salas toda una serie de pinturas con una temática común que nos condena de manera inexorable a un futuro apocalíptico. Remitiéndose a una estética ya vista desde el romanticismo, el artista sitúa en el centro de esta problemática el descontrolado desarrollo tecnológico y la destrucción del medio ambiente. Próximo a la ciencia-ficción podemos ver entreverados en sus cuadros personajes inquietantes con máscaras de gas, accidentes de aviones, fenómenos meteorológicos destructivos, mutantes con superpoderes... y una serie de niños que juguetean en un paisaje apocalíptico que parece estar por llegar. Un contexto que nos retrotrae a las imágenes televisivas de Pekín, donde reside el artista, que es noticia en los últimos tiempos por sus altas tasas de contaminación. Podemos ver en sala obras monumentales quizás consecuencia de esa vorágine del mercado que demanda este tipo de arte. Un tipo de pintura mezcla de estilos y referentes que no terminan de definirlos ni dotarlos de personalidad. No obstante, puede que sea esta indefinición la que propiamente les otorgue su personalidad, construyendo su estilo mediante una especie de sampleados de otros artistas, perfectamente ejecutados, que niegan, del mismo modo, la idea de originalidad y autoría.

02 'Big Time Sensuality'. Eugenio Rivas, Álvaro Alvaladejo, Noemí Mendez y Juanjo Fuentes.

Comisariado por Pedro Alarcón (Casa Sostoa)

Hasta el 7 de mayo

El contexto que engloba el proyecto de Casa Sostoa es en sí el espacio perfecto para alojar una exposición en torno a la idea de lo sensual. Esto se establece al considerar el hecho de convertir un lugar privado en un espacio público que, además, es capaz de hacer las veces de galería de arte. Lo que se produce es una transformación propia del espacio expositivo al convertirse éste en una forma deseo, sensual, es decir, algo que atrae y seduce por sexy y arriesgado. Es el proyecto de Pedro Alarcón de generar ese juego seductor con el espectador que, al traspasar los muros de su casa, se convierte en el voyeur, y al mismo tiempo en el observado, estableciéndose una tensión que de alguna manera lo inquieta. También es un invitado, deambulando por las diáfanas estancias tratando de descubrir las diferencias y similitudes que el proyecto anterior tuvo con el presente, que se da cuenta de las modificaciones existentes que pueden llegar a alterar los movimientos rítmicos y el quehacer cotidiano. Big time sensuality es una canción de Björk, que puede traducirse como El gran momento de la sensualidad, y el punto de partida de la exposición. Algo íntimamente relacionado con el deseo que plantea lo cotidiano como contexto en el que las formas que nos seducen sacian nuestra demanda. Son estos objetos de nuestro alrededor con los que establecemos una relación y los que nos permiten hacer doméstico nuestro espacio. Esta cuestión cobra protagonismo en la elección de los artistas de la exposición, trabajando todos ellos con estas formas sensuales que parecen saciarnos aunque sea de manera fugaz. Lo que encontramos en los trabajos de Juanjo Fuentes, Eugenio Rivas y Noemí Ruiz es esa suerte de objetos de colección, casi trofeos (en el caso de Ruiz), con los que la mayoría se sentirían identificados -de hecho, una de las piezas es una colección de arte de Juanjo Fuentes. Objetos cerrados que presentan una buena forma y que podrían formar parte de nuestra cotidianidad. No obstante, resulta interesante cuando esta relación se subvierte. Encontramos, en las piezas de Álvaro Albaladejo, una simultaneidad de formas donde lo sinuoso se contrapone con lo rígido y donde una forma minimalista encierra otra orgánica que las dotan de un halo monstruoso. Su colocación (haciendo mención al friso del salón) no hace sino potenciar esta extrañeza. Son piezas -R.C. Caillou y Quisiera contentar | metales vecinos- que parecen negarse a ellas mismas como objetos inmutables generando una suerte de formas bastardas, una mezcla de estilos, que dan hondura al proyecto.

@javierbp1984