Aki Kaurismäki (Finlandia, 1957) lleva cerca de tres décadas viviendo la mitad del año en Viana do Castelo, en el norte de Portugal, y la otra mitad en Finlandia, y, a pesar de ello, su cine sigue siendo ciento por ciento finlandés. Sosegado, tímido, pero fiel a su imagen de personaje cáustico, con una copa de albariño constantemente en su mano y un cigarrillo (electrónico) pegado a su boca, el cineasta presenta 'El otro lado de la esperanza', la segunda cinta de una trilogía en ciudades portuarias con el drama de la migración actual en primer plano. El autor de 'Nubes pasajeras' (1996) o 'Un hombre sin pasado' (2002), cuyo trabajo en la dirección por 'El otro lado de la esperanza' le valió el Oso de Plata en la pasada Berlinale, continúa fijándose, en este último trabajo, en los conflictos de la gente común, en este caso, las personas que huyen de países en guerra hacia Europa, con el fin de encontrar una vida mejor. Pero, como muestra en sus películas, Kaurismäki cree que las instituciones europeas «están poniendo todo tipo de excusas para echar a los refugiados».

Han pasado seis años entre 'El Havre' y 'El otro lado de la esperanza'. ¿Qué ha pasado en este tiempo para que su nueva película sea algo más pesimista?

Hace seis años, hice 'El Havre', y es cierto que el drama de la migración ya era un conflicto serio, pero la realidad ha ido a peor y creo que un cineasta tiene que reflejar la realidad. Así que me he vuelto oscuro; bueno, yo no, la película se ha vuelto más oscura.

¿Podríamos decir, entonces, que 'El otro lado de la esperanza' es una película realista?

Hay un 6,2 por ciento que es realista. El resto no lo es. Un 6,2, un 6,3, depende del día.

A pesar de que vive desde hace años en Portugal, sigue filmando en Finlandia. ¿Qué le llevó a volver a Helsinki para su nueva película?

Es muy sencillo: Helsinki tiene puerto. Además, el problema de los refugiados explotó en las manos del Gobierno y del pueblo finlandés. De repente, en Finlandia, que era un país que acogía a unos setecientos refugiados cada año, la cuota se multiplicó mucho. La gente se volvió loca, no podía manejar la situación. Fue un shock. Y el Gobierno comenzó a echar a personas. Es más que obvio que la Unión Europea no quiere a nadie de esos países dentro de sus fronteras. No le importan las personas y no tiene ningún tipo de moral, solo cree en el dinero.

De hecho, en El otro lado de la esperanza vuelve a mostrar su desconfianza en las instituciones y, por el contrario, alaba la bonhomía de la gente común.

Tengo una tendencia a ver romanticismo en la pobreza. Para mí, ser pobre te convierte en una persona noble, porque tienes tan poco, o incluso nada, que lo único que puedes hacer es sobrevivir. Pero hablo de mi experiencia. He sido pobre y rico, y he sido más feliz cuando era pobre.

¿Cómo encontró a su protagonista, Sherwan Haji?

Tengo que reconocer que todo lo que me sucede es una cuestión de suerte. Simplemente, me crucé con mi protagonista, Sherwan Haji. Llamé a una agencia de extras y me dijeron que tenían a una persona de Siria y a otra de Irak. Los contraté a los dos. Fui muy afortunado, porque los dos son muy buenos actores. Siempre me digo: Confía siempre en tu suerte, porque es lo único que tienes.

Hay un par de escenas que se asemejan a secuencias de 'Un hombre sin pasado' (2001), y también hay correspondencias con otras películas previas. ¿Se trata de algún tipo de guiño a su filmografía?Tal vez haya un vínculo, porque siempre estoy contando la misma historia.

A pesar de que la historia de 'El otro lado de la esperanza' se centra en el triste drama de Khaled, el joven sirio, la película también posee momentos de humor.

No tengo sentido del humor€ Un bastardo muy inteligente dijo una vez que, si se muestra la verdad, nadie va a querer verla. Así que con mis historias lo que hago es colocar la verdad por detrás de la comedia y de la música. Y aun y así, a través de estos artificios narrativos, nadie quiere enfrentarse a la verdad.

En las presentaciones del filme, suele mencionar usted que había tratado de imitar a Charles Chaplin en los fragmentos cómicos de la película. ¿Acude a él cuando tiene que escribir sus largometrajes?

Nunca tengo a nadie en la cabeza cuando escribo mis películas, y estoy convencido de que esa es la razón por la que escribo tan mal. Pero, ¡maldita sea!, puedo decir, orgulloso, que casi toda la historia del cine está dentro de mi cabeza. He visto todo, todo lo importante. Y con esto quiero decir que no he visto el cine de los últimos treinta años.

¿Cuál ha sido la última obra maestra que ha visto?

Cuando decía lo del cine de los últimos treinta años, me refería al cine de Hollywood. A mi juicio, acabó con Robert Altman. En el caso de cine europeo no creo que suceda lo mismo. Actualmente, me interesa el cine de los hermanos Dardenne, Cristian Mungiu y otros más.

También la música y los números musicales son elementos con los que el drama de sus historias queda interrumpido. ¿Siempre confía en los mismos músicos?

Soy tan viejo y tan pobre que sólo puedo permitirme contratar a mis amigos. Muchos de ellos ya han salido en mis otras películas, en cintas como 'La chica de la fábrica de cerillas' (2006). Pero que recurra a ellos también se debe al hecho de que cada vez es más complicado utilizar música de otros en una película. Ya no basta con adquirir los derechos, tienes que enseñarles el guion, que te lo aprueben y, después, pagar una millonada. Un sinsentido.

¿Entre rodaje y rodaje, a qué se dedica Aki Kaurismäki?

Fumo, corto madera, pesco, cojo champiñones€ Pero hacer todas estas actividades no me relaja, porque nunca consigo salir de mi propia cabeza. Es imposible escapar de la mente, ¿verdad? Aun así, hago lo que puedo para evadirme, también con el alcohol y el tabaco. Pero sin éxito. No puedo escapar de mí mismo, porque mi cabeza siempre está ahí. Así que no puedo escapar del cine.