­Sostiene que su personaje de taxista bonachón le ha supuesto un reto porque él se ve como «un bicho». Pero a la vez confiesa que le gusta crear y no hacer siempre de tipo malo o travieso. En Rumbos, película de Manuela Burló Moreno que ayer concursó en Málaga, Karra Elejalde camina acompañado por Carmen Machi, Ernesto Alterio, Pilar López de Ayala, Miki Esparbé, Fernando Albizu, Rafa Ordorika, Christopher Torres y el malagueño Emilio Palacios.

El drama le llega por sorpresa a su personaje.

No sabe que lo tiene... Y eso es lo triste. Incluso se permite el lujo de dar consejos a los demás. Él se siente feliz y encantado de la vida. Y al minuto resulta que no es así.

Como la vida misma: nadie sabe qué viene después.

Sí, sí. Es un homenaje al fatalismo. Al determinismo. Somos muy poquita cosa y puedes estar con mil sueños, mil cosas en la cabeza, y de un plumazo tu felicidad salta por la borda.

Hay una escena en la que se fija en un vagabundo y en la sale perdiendo en la comparación: sus males resultan pequeños si se equiparan a los que sufren otros.

En comparación con la desgracia de ese hombre, lo suyo parecería poca cosa, pero eso no le consuela para nada.

¿Cómo ha sido meterse en la piel de este taxista romántico?

Ha sido un reto. Siempre me han parecido poco enjundiosos los personajes positivos, los altruistas. Me gustan más los traumatizados, los chalaos, los malos. Y este tipo es una buena persona que ofrece consejos a la gente. Es un tío majo que se apiada de los demás. Primero daba gracias porque por fin me daban un personaje bueno, un majete. Y después me preguntaba cómo se hace esto de ser bueno, ¡si yo soy un bicho!

Asegura que Antonio Ferrandis huía de Chanquete y que usted anda ahora huyendo de Koldo, su personaje en la saga Ocho apellidos.

No huyo de Koldo. Pero es que se me juntaron los dos Ocho apellidos; las dos únicas películas que he hecho con barba. Y ahora la gente no me reconoce sin barba. Tres años con barba, y encima el anuncio de La Gula del Norte. ¡Se acabó! No puedo seguir haciendo más cosas de éstas. Me llaman Koldo por la calle. Y no puede ser que mis personajes me superen. Además, tampoco creo que sea una opción inteligente. A mí, el proceso de creación es el que más me gusta. Me gusta crear nuevos personajes.

De quien no huye es de Dani Rovira. Vuelve trabajar por tercera vez con él, ésta vez en la película 100 metros.

Sí, pero en un contexto muy alejado de la comedia. La película es un drama de superación personal. Y basada en una historia real, la de Ramón Arroyo. Hay algo de humor en la película, como todo en la vida, pero risas, pocas.

¿Cómo ha visto la evolución de Rovira en la gran pantalla?

Dani Rovira no es sólo un humorista del El Club de la Comedia. Ha demostrado que es un actor. Si la comedia es el género más difícil de hacer y tú eres cum laude en comedia, todo lo demás lo tienes ahí. Puedes ser un tío que valga para el drama y que no tengas vis cómica. Pero el actor que hace comedia, hace drama. Y yo sabía que Dani era un todo terreno. Un poco como yo. Y creo que la gente se va a sorprender con 100 metros al ver a dos tíos premiados por hacer comedia haciendo drama. Además, creo que Dani no sería inteligente, aunque esto no debería decirlo yo, si siguiera rodando comedias sin probar otras cosas. Porque es un todoterreno. Y porque es bueno. Es un crack. Es un tío que ha nacido para esto.

¿Le alegra ver cómo el cine español gana salud?

Este es un error que no debemos cometer. El cine no puede quedarse con la autocomplacencia. No se puede hablar de salud cultural cuando es una película o dos las que funcionan. En otro tiempo fue Airbag o Celda 211. Ahora, Ocho apellidos vascos. Es la salud de una en detrimento de todas las que se han hecho. Se maquillan las cifras y se dice que la gente va al cine. Sí, pero a ver una puta película. Por eso no debemos pensar que la industria vive un buen momento. Es todo ficticio.