'El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo´ (2004), de Juan Cavestany y Enrique López Lavigne, es una de mis películas españolas favoritas (pasen ustedes del 2,7 que le han endosado los de Filmaffinity), por lúdica, chalada e imprevisible. López Lavigne produce ahora ´Selfie´ y, juguetonamente, en los agradecimientos de los créditos finales aparecen Borjamari y Pocholo. El filme de Víctor García León comparte más de lo que podría parecer con aquel, aparte, claro, de que ambos están protagonizados por pijazos madrileños del quince, fundamentalmente ese espíritu abierto y sin compromisos. Pero si lo de Cavestany y Lavigne era una muestra de cine de aventuras, inocente, hipercolorido y antirrealista, ´Selfie´ sitúa a su niño bonito en los parámetros crepusculares y decadentes de la comedia incómoda tipo ´I´m still here´ (sí, la de Joaquin Phoenix barbudo pasándose tres pueblos; por cierto, no la soporto). Y la cosa tiene momentos asombrosos.

Primero, porque nos encontramos a un protagonista espectacular. Igual es cosa mía, una estupidez, pero podríamos confeccionar un genial programa triple con las peripecias de este Bosco Bermúdez, el Daniel de ´Ilusión´ (Daniel Castro, 2013) y el Nacho de ´Todas las mujeres´ (Mariano Barroso, 2013); ejemplos de una de las grandes tradiciones culturales españolas: el diseño avuelapluma pero exhaustivo del jeta, del aprovechado repelente y desalmado que, de alguna manera, nos resulta magnético, encantador, simpático. Pues este Bosco es así: el hijo de un exministro del Partido Popular encarcelado, señorito de excelentes maneras y ademanes pero de escandalosa hijoputez que, sin embargo, tiene ese nosequé que impide que lo condenes y te obliga a seguirlo en sus asuntos con fruición, casi con necesidad: ¿qué será lo siguiente? ¿De qué será capaz este sinvergüenza?

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Y ahí vienen los pasajes más formidables de ´Selfie´, en esas escenas incómodas, molestas, de un humor ciertamente perturbador, especialmente en todo lo relacionado con la historia entre Bosco y Macarena, una invidente salvamundos. La primera sensación en el espectador es de casi indignación pero García León sabe emplear la ambigüedad para que, al final, acabemos comprendiendo (no salvando) al pijo: más que un tipo malo es un chico inhumano, sin la más mínima empatía, un ser perdido en un mundo que es incapaz de sentir. Ayuda, y mucho, la extraordinaria interpretación de Santiago Alverú, todo un descubrimiento.

Lástima que el director no se emplee tan a fondo en el contexto, en lo que rodea a Bosco: ahí peca de ligereza y de los componentes fáciles de la sátira poco trabajada (sí, sé que esto es reflejo del espejo distorsionador de la farsa pero, qué quieren que les diga, hay detalles, momentos en los que se le ve la costura al relato y sus intenciones).

En cualquier caso, a pesar de esto, de ciertas reiteraciones y escenas magras, que no aportan sino que sólo redundan, 'Selfie' y sus responsables merecen que les pasen cosas buenas.