­La jornada inaugural de la Feria siempre es día de éxito. Y así se pudo comprobar ayer gracias al extraordinario ambiente que se vivía en las calles del Centro y la gran afluencia, ya por la noche, al Real de Cortijo de Torres. No sería descabellado pensar que, con este magnífico arranque, la semana grande de la ciudad vaya a superar todas expectativas que hay puestas en ella.

Desde bien temprano, la fiesta comenzó a dar sus primeros pasos hacia la iglesia de la Victoria, meta de la comitiva de enganches protagonista de la ofrenda floral a la Patrona. Y ya antes del mediodía, desde la calle Larios hasta la plaza de la Merced, todos los rincones de casco antiguo presentaban aglomeraciones de feriantes dispuestos a disfrutar de la gastronomía, el vino y el flamenco. La plaza de la Constitución, epicentro de la celebración, volvió a ser punto de encuentro para malagueños y visitantes. Poco a poco, la tradición de vestir con trajes de gitana comienza a ganar nuevos adeptos, y no son pocas las jóvenes que ayer pasearon sus vestidos de lunares en la feria de día. Británicos, alemanes, japoneses, suecos, belgas, norteamericanos..., las distintas nacionalidades que se dan cita en la feria es otra de sus particularidades, lo que la convierte en una fiesta cosmopolita y capaz de integrar a todos los que deciden sumarse a ella. «It´s awesome!», («¡Es alucinante!»), exclamaba Rachel Deverell, una joven californiana que no podía creer haber escuchado, en menos de diez pasos, a una panda de verdiales, una charanga entonando el Aserejé y varios temas de James Brown interpretados por la Free Soul Band.

Y a cada paso, una fotografía para alimentar las redes sociales. El palo selfie se ha convertido en un objeto más de la feria de Málaga, junto a los abanicos, las gafas de sol, las flores de colores para el pelo y los sombreros. También abundan las camisetas con menajes, todo un clásico, y los grupos que aprovechan estos días para celebrar una despedida de soltero. «Venimos de Almería. Luis se nos casa la primera semana de septiembre y qué mejor forma de despedirlo que aquí», confesaba Eduardo entre los gritos de sus once amigos que formaban el grupo.

Todos tenían pensado ir por la noche al Real, que también vivió ayer una primera noche pletórica con el encendido de la iluminación y las nuevas tracciones. Málaga está de fiesta y hay «ganas de pasarlo bien», como explicaban Aída y Sara, dos madrileñas que desde hace tres años no faltan a su cita a mediados de agosto en la capital de la Costa del Sol.

Hoy volverán a sonar los verdiales y el flamenco. El Cartojal y la cerveza esperan bien fríos a que el bullicio vuelva a rugir. La feria no ha hecho más que empezar, pero este comienzo promete. Y mucho.