Aun siendo la misma corporación, poco o nada tiene que ver aquella cofradía que se fundó en 1935 en San Felipe Neri de la actual, que ayer salió a las calles de Málaga para conmemorar sus 75 años de historia. O puede que sí. Porque el rigor y la seriedad que desde el primer momento caracterizaron su puesta en escena procesional, desde la capilla de San José, ya extinta, se mantienen y se consolidan como seña de identidad indisoluble en la archicofradía de la Pasión, que celebró un vía crucis con la portentosa imagen del Nazareno de Ortega Bru, con motivo de este aniversario.

La hermandad tuvo que modificar a última hora el itinerario previsto, pero la visita a estos dos templos, era innegociable. No pasó al final, sin embargo, por la plaza del Obispo, donde durante años celebró cada Viernes Santo un vía crucis, aunque sí se pudo ver al obispo, Jesús Catalá, en distintos puntos, como un espectador más.

Por una calle o por otra, había que llegar a estos significativos espacios en su historia, donde se colocaron placas cerámicas obra de Pablo Romero, para que quede constancia de este acto. Itinerario original.

La comitiva salió a las seis en punto de su templo, la iglesia de los Mártires. Unos 150 hermanos como mandan los cánones cofradieros, con traje oscuro, portaban velas rojas, incluida la mesa de gobierno, que escoltaba al guión corporativo, justo delante de una completa cuadrilla de acólitos, que precedía al trono.

El Señor avanzaba en medio del silencio y la solemnidad, sólo interrumpidos por los metálicos toques de campana que servían para dar las órdenes a los hombres que portaban el recuperado trono de Cayetano González, y que durante años fueron las andas de María Santísima del Amor Doloroso. De la Virgen eran los cuatro faroles que iban en las esquinas y que conferían al conjunto el inconfundible sello de este Cristo cada Lunes Santo, sobre compacto monte de claveles rojos, pero sin el cirineo.

La capilla musical de la Expiración, con oboe, clarinete, fagot y flauta, ponía el penetrante sonido. ´Las Saetas del Silencio´ para empezar. Todo un clásico...

Estandartes. Y como era un vía crucis, había que leer y meditar las catorce estaciones. Para ello, la archicofradía había trasladado los estandartes que en su día pintara Celia Berrocal, y que salen en la procesión de Semana Santa, a los distintos lugares donde iban a ser rezadas a lo largo del itinerario. Cada una, además, por algún representante de alguna hermandad vinculada a la Pasión.

El público fue de menos a más, concentrándose en algunos rincones por donde incluso se hacía difícil caminar.