Se ha convertido en un lugar común, en la poética de la supervivencia. La crisis del ladrillo llena el discurso del político de palabras rimbombantes, de sociedad del conocimiento, de futuro en clave de laboratorio. La investigación, dicen, es la clave para armar la nueva economía, pero los mimbres no aumentan, al menos si se tienen en cuenta las previsiones relativas a la Ley de Ciencia, que se aprueba hoy. Es más, se reducen, para estupefacción de las universidades.

El anuncio de la rebaja de la partida consignada a I+D+i, cercano, en primera instancia, al quince por ciento, desconcertó a la comunidad científica. El análisis apuntaba al despido de más de seiscientos profesionales en Málaga. El Gobierno amagó con recular, pero, al parecer, no demasiado. La última prospección plantea una disminución del gasto en más de cuatro puntos. Los efectos ya germinan en los despachos.

Los investigadores de la provincia aseveran que los presupuestos son más bajos cada año y aluden a las dificultades para obtener financiación. José Ángel Narváez, vicerrector de Investigación de la UMA, traza una radiografía de la situación actual. El presente está salvado, pero la inquietud se dispara en un plazo no demasiado alto. La última convocatoria corresponde a enero. Su resolución podría resultar letal, especialmente para los proyectos en vías de financiación.

El tejido investigador de Málaga está formado por 280 grupos de trabajo y miles de trabajadores. La mayoría son dependientes de las becas del Estado. Víctor Muñoz, director del secretariado de Investigación y Transferencia de la UMA, cree que si se escatima el presupuesto, las consecuencias serán poco menos que catastróficas. Ambos especialistas citan el desempleo como la más evidente, pero también existen otras, determinantes para el progreso de una sociedad que se jacta de buscar el cambio.

La disminución de las inversiones puede poner en jaque la denominada sociedad del conocimiento. El vicerrector recuerda que la caída del presupuesto coincide con una apuesta por los proyectos de aplicación inmediata, lo que supondría la desaparición de las grandes investigaciones, con beneficios a medio y largo plazo. Es lo que Muñoz denomina la tiranía de las iniciativas de orientación comercial. No se trata de una conjetura. La contención del gasto público se ha acompañado de préstamos para investigar en empresas. Su finalidad, en este caso, también está al margen de la cultura del I+D+i. Peligro en las universidades.