Tentadores premios de lotería sin tener que comprar décimos o herencias millonarias de origen desconocido. Estos son algunos de los métodos más conocidos de las denominadas cartas nigerianas, un método de estafa que alcanzó su punto álgido a mediados de la década.

Era el año 2005 cuando la Policía Nacional finalizaba en Málaga la denominada operación «Nilo» con más de 300 detenidos, la mayoría de nacionalidad nigeriana, a los que se acusaba de enviar cartas por todo el mundo anunciando falsos premios o herencias a cambio de dinero para formalizar los trámites. Aunque parezca mentira, el negocio movía seis millones de cartas al año con un fraude que inicialmente se estimó en cien millones de euros anuales. El 90% de la organización con presencia en España se localizaba en la provincia de Málaga.

La operación tuvo una repercusión mundial y fue calificada como el mayor golpe mundial contra las mafias nigerianas. La Policía Nacional recibía, entre otros reconocimientos, un diploma del FBI, pero a día de hoy los especialistas de la Comisaría Provincial de Málaga tienen los pies en el suelo. «La presión que realizamos sobre estas mafias está funcionando, pero no hemos acabado», advierte el responsable de la sección de Delitos Tecnológicos y Fraudes. Según el inspector jefe, la mayoría de los detenidos en la operación «Nilo» fueron a la cárcel, y desde entonces se han detenido a cerca de 200 personas. Esa presión ejercida en Málaga ha provocado que los estafadores cambien su ubicación geográfica a provincias limítrofes o países como Portugal y Francia.

Resurrección

Después de «Nilo», las mafias nigerianas tratan de levantar cabeza. Atrás quedaron el prefijo telefónico o las direcciones ficticias de la provincia que utilizaban los timadores. Aunque Málaga ya no es origen, sí vuelve a ser destino postal. Prueba de ello es la oleada de cartas que ciudadanos malagueños están recibiendo con la última versión de la misivas nigerianas. La policía ya la conoce, aunque por el momento no les consta ninguna víctima.

Pese a que el sello ­diga que la carta viene de Tanzania, la policía sabe muy bien que el origen está bastante más cerca y que el firmante no es Charles Taylor Jr., el hijo del ex presidente de Liberia que actualmente está siendo juzgado en La Haya por presuntos delitos de homicidios ilegítimos, mutilaciones, violaciones y otras formas de violencia sexual, esclavitud sexual, reclutamiento y uso de niños y niñas soldado, secuestros, y uso de trabajos forzados por los grupos armados de oposición de Sierra Leona. También se le investiga por los famosos diamantes de sangre.

El firmante, también conocido como Chuckie, contacta con los remitentes con «la esperanza» de que puedan desarrollar una «cordial relación de negocios» beneficiosa para ambas partes. «Mi padre mantiene una suma de dinero, 177 millones de dólares americanos, en una caja de seguridad a nombre de un amigo suyo de su misma nacionalidad, pero éste murió el 25 de julio de 2009 en un accidente de tránsito. Mi padre me ha dado instrucciones para invertir este dinero en su país, y yo le ofrezco el 30% del dinero más el 10% de los beneficios después de impuestos por los próximos 5 años», escriben los timadores.

Anzuelo

Tras explicar el falso emisor de la carta que se encuentra en Tanzania en el momento de escribir la carta por motivos de asilo, invita al lector a recibir más detalles para continuar con la operación enviando los correspondientes datos al fax de contacto.

El intento de estafa es evidente. No sólo por el negocio que plantea para desplumar a las víctimas con adelantos de dinero, sino por la situación real en la que se encuentra Chuckie Taylor. El día a día del hijo del ex presidente liberiano se encuentra lejos de Tanzania. Concretamente, en una prisión de Estados Unidos desde octubre del año pasado, cuando un jurado de Miami lo condenó a 97 años de cárcel por torturas y asesinato en la guerra de Sierra Leona, que dejó 120.000 muertos. Tanto el juicio como la sentencia tuvieron una gran repercusión mediática puesto que era la primera vez que Estados Unidos procesaba a alguien por crímenes de guerra cometidos fuera de sus fronteras.

Y es que Taylor, de 32 años, no era un ciudadano cualquiera. Un estatuto penaliza la tortura y otorga jurisdicción a los tribunales de EEUU para escuchar los casos relacionados con ese tipo de actos cometidos fuera de sus fronteras, si el presunto infractor es estadounidense. Chuckie nació en Boston y se crió en la ciudad de Orlando, en el estado de Florida.