El verde de la trasera del Museo Picasso, la medialuna del graderío del teatro romano. Una sucesión de barbas, de los sombreros típicos, las cúpulas de las kipás, subidas como una constelación insólita contra la llegada de la noche. Hace más de cinco siglos, la escena era habitual, ayer resultó casi marciana, deliciosamente marciana. El candelabro de nueve brazos volvió a la antigua judería de Málaga para encender las luces de Janucá, un hecho histórico, espejo de tolerancia, que llevaba cientos de años sin repetirse en Andalucía.

Fue la primera vez que la tradición se celebró en una calle, Alcazabilla, lo que según la ley judía, que propugna la fiesta como una celebración familiar, privada, no tiene validez, aunque sí como símbolo social, de acercamiento al resto de Málaga. Precisamente ése fue el espíritu del acto, promovido por la Casa Sefarad-Israel y las comunidades semíticas de la provincia, que contaron ayer con un amplio respaldo, el delegado de Cultura de la Junta de Andalucía, Manuel Jesús García, el presidente de la Diputación, Elías Bendodo, que se colocó la kipá judía, y un grupo de representantes del Ayuntamiento, entre los que participaron Damián Caneda y Julio Andrade, de Cultura y Participación, respectivamente. «Espero que la fiesta se instaure a partir de hoy en el calendario de la ciudad», precisó García.

Minutos antes de que prendieran la segunda luz de Janucá, a apenas unos pasos de los adornos navideños y de la vista mora de La Alcazaba, los rabinos subieron al escenario, aplaudidos por un público no sólo formado por judíos, con jóvenes y curiosos circundados de barbas talmúdicas y de violines. El presidente de las federaciones judías españolas, Isaac Querub, alabó a Málaga por haber facilitado la recuperación pública de la ceremonia: «Una ciudad que no sólo tolera sino que también apoya la expresión de una minoría», dijo.

El encendido estuvo precedido por la voz de Mor Kabarsi, que interpreta música sefardita, en ladino, y que ofreció posteriormente un recital en el auditorio de la Diputación. También hubo reparto de sufganiot, los dulces típicos que conmemoran la fiesta del milagro del candelabro del templo, que se mantuvo candente sin apenas recursos durante ocho días, tras la guerra contra los sirios helenizados. La luz de Janucá quiere seguir en Málaga.