Cuando hace más de veinticinco años informé a mi padre sobre la salida de los Sagrados Titulares de la iglesia de Santo Domingo, me respondió si estábamos seguros del paso que dábamos, pues tanto los fundadores de la archicofradía del Paso y la Esperanza, como los Dominicos que en el siglo XVI regían el templo, acordaron la cesión de esa capilla en la que durante cuatro centurias los hermanos que nos precedieron les rindieron culto, por lo que él no estaba totalmente convencido de la decisión.

Esta respuesta me hizo recapacitar mucho, por esa razón no metí el hombro en las andas del Nazareno en aquel histórico traslado a la nueve sede.

Sin embargo posteriormente, con el regreso de la Orden de Predicadores y la asignación de Eugenio a este templo, fue cambiando de opinión. En realidad pasamos de tener alguna que otra discusión con los párrocos, a una época en la que todos, no sólo mi querido padre, fuimos captados por ese magnetismo propio tan humano que posee fray Eugenio.

Eugenio, además de aceptar la militancia cristiana particular de los cofrades, que recordamos al pueblo los misterios de la Pasión puestos en escena durante la Semana Santa, nos hizo ver que esto no era suficiente, que debíamos comprometernos también con el proyecto de la Iglesia.

A partir de ese instante fuimos muchos, entre los que nos encontramos mi mujer y yo, a los que nos preparó para acoger las numerosas parejas jóvenes que querían contraer matrimonio en la Esperanza; con ello enriqueció nuestra vida cristiana dándole un sentido más completo a nuestra tradicional actividad cofrade. Me di cuenta entonces que mis cuarenta y siete años anteriores como cofrade habían estado un tanto carentes de compromiso apostólico, que mi actividad hasta entonces había sido muy limitada.

El sentido de nuestra estancia en la hermandad cambió totalmente, incluso el tiempo de permanencia en ella.

Con Eugenio la tradición se ha llenado de sentido trascendente, se han prestado servicios concretos, y con ello, además, ha situado a los cofrades como agentes de pastoral válidos para dar respuesta actualizada a las necesidades de la Iglesia de hoy.

Manuel HarrasHermano mayor de la archicofradía del Paso y la Esperanza