El caso de Celia es el de un cúmulo de despropósitos, pero también el de la superación. Esta pequeña de sólo siete años no anda y apenas habla. Pero su familia está haciendo lo imposible por su desarrollo sensorial y motórico, no quieren que se quede anclada y llevan tres meses recogiendo tapones de plástico para procurarle los mejores cuidados.

La lesión cerebral de Celia es como la de muchos niños, fruto de la complicación de la gestación. Su madre tuvo un problema en un ovario cuando estaba embarazada de seis meses y perdió alrededor de dos litros de sangre. «Me operaron a vida o muerte», cuenta Yolanda, que recuerda que el embarazo siguió su curso y que cuando su hija nació, nada hacía presagiar que tendría daños cerebrales. «Pero yo veía que la niña no era normal. Yo tengo dos sobrinos y veía que ella no hacía lo mismo», señala. Hasta el punto de que en las charlas de «niño sano» le decían que la estimulara más, que si la mano izquierda no la movía era porque no se le hacía lo suficiente. Pero a los 11 meses, viendo que estas actividades no le ayudaban, le hicieron una resonancia magnética que evidenció la existencia de un problema. «Se nos vino el mundo encima», cuenta la mujer.

La desesperación de esta familia se incrementó cuando Celia comenzó a sufrir crisis epilépticas con cuatro años. «Mi niña va a cumplir 7 años, apenas habla, tiene que recibir clases de logopedia, pedagogía, fisioterapia y equinoterapia», cuenta su madre, a la que la administración solo ayuda con la Ley de Dependencia, que ya ha sufrido dos bajadas de la prestación. Los 350 euros que recibe cada mes se le quedan cortos para pagar todas las terapias que ha de procurar a su hija. El padre, Paco, trabaja en una peluquería, pero la hipoteca, los gastos del local y de productos apenas le dan para hacer frente a los gastos corrientes.

Esta familia vive en un piso sin ascensor en el Rincón de la Victoria y su niña estudia en un colegio de Benagalbón. Hasta que cumplió seis años asistía a clases de atención temprana, donde los especialistas le procuraban los cuidados que requiere su lesión. «Pero a los 6 años se acaban. No todos tenemos recursos para pagar las clases necesarias. Aún así, nosotros nos quitamos de lo que sea para los cuidados de Celia», dice su madre, orgullosa.

Pero desde que acabó estas terapias, Yolanda tuvo que operarse y su niña no pudo recibir los cuidados que hubieran querido, por lo que perdió la poca estabilidad que había alcanzado.

En enero, unas amigas les animaron a recolectar tapones. Entonces, empapelaron Rincón de la Victoria y las localidades de la zona para hacer la petición. En sólo dos meses han recolectado 1.600 kilos de tapones, lo equivalente a 300 euros. Aún así no van a parar, pues ese dinero les supone algo más de medio mes de terapias y son conscientes de que la solidaridad malagueña no tiene límites.

Pero Paco y Yolanda, estos padres luchadores, a veces también flaquean. «Nos sentimos muy mal, con ganas de verla andar, sin ganas de llevarla al parque porque vemos a los demás correr y ella en el carro», cuenta. En cuanto a su nivel cognitivo, explica que su niña apenas articula palabra, pero lo entiende todo. «Ella es una niña feliz, pero como no tiene una parálisis cerebral profunda se le hace más duro, porque se quiere levantar y hacer lo que los demás».

En cuanto al futuro de Celia, su madre se muestra optimista con las terapias que espera que pueda seguir haciendo. Además, pretende llevarla a otro neurólogo para que le dé una segunda opinión. Y es que en casa de los Escaño la esperanza siempre está presente y los obstáculos se ven como una prueba más para salir adelante.

@MarinaFernandz