La travesía del pintor Nogales ha tenido una larga ídem. Al ser un lateral del palacio de la Aduana, en obras perpetuas desde hace más de dos años, la convirtieron en zona de acopio de materiales. Acopio es una palabra muy fina que desde hace años los políticos y gabinetes de prensa utilizan en lugar de almacenamiento. Acopio suena menos polvoriento -deducirán.

El caso es que vecinos, turistas y todas las personas que trabajan en la zona han visto cómo esta cuesta cargada de historia, entre la vieja Aduana y la Alcazaba, quedaba dividida por una valla, como si fuera Gibraltar y de vez en cuando se salía por peteneras un camión.

No ha sido una experiencia relajante como puede serlo la Plaza Mayor de Madrid a la hora del cafelito, pero todas estas molestias son los daños colaterales de una obra ingente, que además de recuperar la Aduana ha recuperado la picaresca de la década del ladrillo, convirtiendo la supuesta recuperación del tejado del palacio en el añadido de una planta más que acaba con buena parte de las vistas desde la Alcazaba. Nuestros dirigentes son así de astutos. Lástima que no puedan corroborarlo en los informes Pisa.

El caso es que, tras tantos meses de intranquilidad, la travesía del Pintor Nogales se merecía un acabado que moviera al sosiego y la verdad es que muchas personas que estos días la recorren se muestran bastante inquietas y así se lo han trasladado a este cronista.

Para empezar han colocado una serie de bancos directamente oxidados. Nada tiene un servidor contra esta lucha titánica entre los metales y el oxígeno. No es eso, no es eso. El gran problema es que en Málaga han creado tendencia dos mobiliarios urbanos que entran en la categoría de la PMRP (Planificación Mema de los Recursos Públicos): las pérgolas sin plantas y los bancos sin respaldo. ¿Para qué sirve una pérgola sin plantas aparte de para agobiar a los paseantes sedientos de sombra? Y los bancos sin respaldo, de los que hay algunas joyas en el Paseo del Parque, ¿no es cierto que sólo los utilizan los amantes de los dolores en los riñones?

Con solo mirar los bancos del Pintor Nogales ya te duelen los huesos. Para este viaje no hacían falta estas alforjas ni el dinero que se habrán gastado en los bancos de castigo. Pero lo más inquietante de la famosa cuesta se encuentra tras los bancos: una fanega de tierra prensada que se prolonga hasta la calle Guillén Sotelo y que sustituye a parte de la acera de piedra verde instalada en los años 20, una de las más antiguas de la ciudad, que ahora descansa en dependencias municipales.

En la travesía del Pintor Nogales se descubrieron los restos de unas termas romanas, pero justo bajo la fanega, cuya tierra ya empieza a desperdigarse por días,colocaron una gigantesca tubería, así que el acabado no cuadra en absoluto. ¿Van a dejar la calle así o la piensan concluir?, ¿plantarán flores o césped? Parques y Jardines no sabe nada, informaron ayer fuentes municipales. ¿Acaso faltan cables por meter? Por favor, no nos tengan en ascuas. Bastante hemos pasado con el acopio de materiales.

octubre en málaga

Constatación otoñal de que el verano tiene cuerda para rato.