Uno de los méritos más grandes de Málaga lo encontramos en la iglesia de San Felipe Neri. Que un templo como este, un encargo nobiliario del siglo XVIII, haya sido capaz de sobrevivir a su entorno es un misterio y una hermosa hazaña. En los últimos quince años, el templo ha aguantado carros y carretas, sumergido en un barrio en decadencia, con una de las mayores rentas per cápita de mugre del país.

Pero incluso los europeos del siglo XIII consiguieron reponerse de la peste bubónica, así que San Felipe Neri, felizmente restaurado, está dispuesto a durar los años que hagan falta tras unos años de caída en picado.

También hay que decir que la Málaga boyante de hace unos años, con sus promotoras, aglomeraciones de adosados y asustaviejas, pasó a la historia y al caos urbanístico malaguita le ha dado tiempo de organizarse un poco. Prueba de ello lo tenemos en la calle Chinchilla, dedicada a uno de los apellidos que más cargos públicos ha dado a la historia de la ciudad.

Los Chinchilla fueron a Málaga lo que los Fabra a la comunidad valenciana, aunque ignoramos si nuestros paisanos tenían tanta suerte con la lotería.

Lo importante de esta calle con nombre de roedor y de pueblo de Albacete es que el caos ha logrado encarrilarse hasta unos extremos bastante aceptables, dejando atrás un paisaje de vertedero en una vía demolida prácticamente en un 50%. Chinchilla es una discreta cuesta que une la calle Alta con la iglesia. Una calle de postal que había degenerado en basurero. Contaba con dos solares a cielo abierto, un auténtico supermercado de inmundicias. Precisamente, en esos solares se localizaron restos arqueológicos de la Málaga medieval musulmana: talleres de alfarería.

Mérito tenía la iglesia de San Felipe Neri de tenerse en pie viendo este panorama todas las mañanas, sin olvidar el vecino Museo del Vidrio, otro miembro de la Resistencia.

Sin embargo, era matemáticamente imposible que la calle Chinchilla cayera más bajo. Alcanzada la sima de la decadencia, toca ahora una larga pero esperanzadora marcha hasta asomar por la superficie. Por eso, resulta conmovedor comprobar cómo esta calle cuenta con altas tapias que esconden de la vista los solares no aptos para la exhibición.

Tan altas son estas tapias, rematadas a su vez por vallas metálicas, que resulta muy complicado realizar uno de los deportes malagueños favoritos sin temor a lesionarse: trazar una parábola en el aire con la bolsa de basura hasta que aterrice en el solar vecino (a no ser que la bolsa con desperdicios se deje caer desde un bloque cercano, en cuyo caso apenas hay ejercicio físico).

Las tapias están profusamente adornadas de grafitis de gran calidad y colorido. Este es su sitio. Nada que ver con las firmas realizadas por tres homínidas llamadas Cristi, Amara y Estela, que han dejado sus firmas con spray sobre la decoración mural de San Felipe Neri, ya en la calle Gaona.

Los letreros de la calle Chinchilla, eso sí, acumulan el polvo de los últimos tres siglos, aproximadamente el tiempo que lleva el Ayuntamiento pasando tres pueblos de esta calle. Nadie es perfecto.