­En el documental Pantalones a la luna, la película sobre la huida de la Carretera de Almería, la cámara repta entre huellas de neumáticos y pequeñas confusiones de hierba. El azul parece derramarse sobre los pespuntes del terreno. Se intuye incluso el aullido del mar. Es la belleza dañina de la que habla Luis Naranjo, director general de Memoria Democrática de la Junta. El violento y casi intolerable contraste entre el paisaje de la antigua N-340 y su historia excesiva, salvaje. Hace 77 años y durante cuatro días, en ese mismo itinerario, ahora melancólico y descuidado, se llevó a cabo la matanza de La Desbandá. Barcos y aviones disparando sistemáticamente a gente indefensa que trataba escapar de una provincia sitiada. Niños, mujeres, corriendo por el monte, azuzados por la artillería.

El episodio, que espeluznó en su día a la prensa extranjera, hasta el punto de considerarlo el mayor crimen cometido hasta ese momento en occidente, está encajonado por la academia como la primera masacre deliberada de civiles del pasado siglo. Un proemio brutal y en la misma línea sanguinaria de Hitler, que todavía hoy, y a pesar de los años, desborda. Incluso con los propios testimonios. Los historiadores Andrés Fernández y Maribel Brenes, que con el asesoramiento del profesor de la UMA Fernando Arcas, son responsables de una investigación pionera sobre el éxodo, descartan cualquier tipo de ataque que no fuera deliberado. En su trabajo, que por primera vez, se apoya en el estudio minucioso de los cuadernos de guerra, se recogen órdenes que no dejan ningún tipo de abrigo ni lugar para los daños fortuitos o colaterales. Partes que representan el reverso en frío de aquella otra voz, la de Queipo de Llano, arengando con estrépito a disparar prácticamente a todo lo que se moviera.

Fueron alrededor de 150.000 personas las que emprendieron la batalla contra las balas y contra el polvo. Muchos de ellos refugiados del interior, que se habían trasladado a la ciudad por el asedio de las tropas nacionales. No hubo ningún tipo de indulgencia. La carretera quedó convertida en un inmenso cadalso sujeto entre el barro de tres provincias: Málaga, Granada y Almería. Algunos treparon para ocultarse por el interior. Con familiares a cuestas. E incluso cadáveres que iban enterrando en alcantarillas o túmulos improvisados. Un nivel de ensañamiento que horrorizaba hasta los que pulsaban el gatillo, como demuestran las cartas de la soldadesca italiana. Jóvenes que entre lágrimas se quejaban de que les obligaran a balacear a población desarmada. «Se habla en muchas ocasiones de Guernica o la plaza de toros de Badajoz como símbolos del horror, pero en ninguno de esos crímenes se alcanzaron las cifras de la Carretera de Almería», resalta Naranjo.

El número de personas que murieron durante la diáspora sigue siendo un misterio. Y lo es por la losa de silencio, pero también por la dificultad de recomponer la historia personal de miles de desaparecidos y de huidos. Se calcula que los muertos se sitúan entre 10.000 y 20.000 personas. Algunas sepultadas en zonas que siguen sin encontrarse. Entre arbustos, cerca de ríos, de árboles, de ciudades desiertas. La Junta quiere que toda esa ruta quede preservada como sendero de la memoria. Y ha empezado poniendo el foco en dos de sus puntos más candentes: el Peñón del Cuervo y el antiguo cementerio de San Rafael, donde fueron trasladados y ejecutados muchos de los que regresaron.

En las próximas semanas la crudeza de la matanza llegará a Bruselas. La Junta tiene previsto presentar a principios de marzo el documental a los parlamentarios europeos. Un documental elaborado con testimonios directos y con la interpretación de estudiosos como Encarnación Barranquero y con el acento puesto en gran medida en las mujeres, que padecieron hasta la extenuación los humores umbríos de esa gran ratonera que fue la carretera. «Construir un relato es también abrir una fosa», precisa Naranjo.

Para el responsable de memoria histórica de la Junta la matanza de La Desbandá se anilla con despiadada precisión a la definición jurídica de crimen contra la humanidad. Población indefensa, civil, siendo atacada con tenacidad y sin titubeos por tierra, mar y aire. Mientras los postigos y los responsables callaban. Los cuatro días más tristes y humillantes de la historia de Málaga. Todavía por recomponer del todo, por conjurar colectivamente.