Naufragan las teorías. Incluso los escarceos, siempre tan a mano en la política, del juego de sombras de la conspiración. Nadie se explica por qué ha vuelto el debate. Y menos en el momento más impertinente para el PP, justo cuando se artillan las máscaras con dirección al baile de la nueva cúpula regional. Cuesta creer en un movimiento en falso. Pero también en una imprudencia. Especialmente, porque en esta ocasión la caja de truenos de la sucesión ha sido agitada por el propio De la Torre, un especialista consumado en el trato con la prensa, que pesa y mide su discurso hasta despojarlo de cualquier mueca de ingenuidad. Sin embargo, y más después del revuelo generado de puertas para adentro, no queda otra que encomendarse al accidente, al acto de fe. Por más que su entorno se desviviera por matizarlo, el alcalde ha meneado el jugo de su propio futuro. De manera espontánea, en una entrevista no pactada con la agencia Efe, y ponderando por primera vez en solitario a un único revelo posible, el que representa en muchos mentideros Elías Bendodo, el presidente provincial del PP.

Con tantas velas izadas en el partido, sus palabras causan extrañeza. Y más si se las confronta con las de finales de 2010, que fueron las que estrenaron la cantinela ya casi crónica de la jubilación. En aquellos días, y en sucesivas entrevistas publicadas en la prensa, incluido en este periódico, De la Torre reculó en la opacidad indolente a la que siempre recurre cuando no le conviene mojarse los pies y se sacó de la manga una contestación que el tiempo ha convertido en un clásico. Dijo que continuaría en función del afecto, la salud y los proyectos y evaluó a una terna de posibles candidatos a sustituirle que, en principio era una pareja -Manuel Díaz y Carolina España- pero a la que finalmente añadió a Bendodo. Lo sorprendente de esa respuesta no fueron los nombres, sino que entrara al trapo en un discurso un poco traído con ánimo de jugar a la ficción. Sobre todo, porque entonces tenía 66 años, una edad política en la que Fraga todavía se consideraba en el penúltimo eco de la juventud.

Entonces se especuló con la búsqueda deliberada del respaldo del partido, quizá para dar luz a sus planes de convertirse en senador. Ahora, las circunstancias son distintas, y con un De la Torre situado frente a la posibilidad de batir el récord de permanencia en el Ayuntamiento, todavía en poder del socialista Pedro Aparicio, aunque con apenas tres años de diferencia, la patata caliente de su sucesión, ingobernable incluso para la oposición, cae directamente sobre los hombros del único nombre señalado en esta nueva reedición del debate, el de Elías Bendodo.

La urgencia con la que el presidente de la Diputación ha sabido manejar el asunto da buena muestra de su primera intención. Nada más conocer los elogios de De la Torre, el líder provincial del PP lo ratificó para liderar el proyecto en las próximas elecciones y ni siquiera se permitió coquetear con la idea de verse a medio y largo plazo en la carrera por renovar la alcaldía. Bendodo, de cuya valía como estratega no se dudaría ni en el Risk, se apresuró a distanciarse de la posibilidad con tanta firmeza que dio la impresión de que despreciaría el envite hasta si éste fuera pronunciado por el alcalde en mangas de camisa y con los papeles de la jubilación en la mano. Muchos analistas de dentro y fuera de la política coinciden en destacar que el presidente del PP, de momento, tiene cartas ganadoras. «Sabe que es joven y está en el lugar adecuado. No tiene ninguna prisa por llegar. Y menos con su amigo Moreno Bonilla en la dirección regional, que le puede deparar nuevas aventuras», señalan.

Con Carolina España y Manuel Díaz fuera de combate -la primera es diputada y el segundo quedó momentánea y puede que injustamente noqueado para las grandes citas por un escándalo municipal-, la continuidad de la ficha de De la Torre es algo que sigue siendo un enigma para todos menos para el propio De la Torre, por más que en estos casos encime siempre la sombra orgánica del PP. El alcalde ha dicho que será en verano cuando decida. Y en ningún caso ha descartado continuar. Sus concejales confían en que encabece de nuevos las listas, pero en el plano corto tampoco parecen cien por cien seguros de la decisión. Y no por falta de intuición, sino por el proverbial desapego de De la Torre hacia sus lugartenientes.

El alcalde nunca ha sido un hombre de equipo ni de largas confidencias. Su manera de trabajar se parece más a la de un solista acompañado de músicos de pago que a la de la estrella que compone con la banda en el local. No es ningún secreto que gusta de estar al día hasta el mínimo asunto que se cuece en sus concejalías y que sus ediles tienen poco margen de maniobra. En parte, por la presencia insoslayable de De la Torre, pero también por el miedo a meter la pata. De la actual corporación es Damián Caneda el único concejal que da la impresión de moverse con autonomía y responder sin que las respuestas tengan que ser molidas previamente en las habitaciones contiguas a la alcaldía. Quizá por eso, y por su experiencia, el nombre del concejal de Turismo, Cultura y Deporte suena también en los corrillos de metapolítica en los que se ha convertido el asunto de la sucesión.

El resto parece maniobrar todavía en la obediencia y admiración fría que parece suscitar De la Torre en sus colaboradores. El celo del alcalde es particularmente acusado en lo que respecta a urbanismo, concejalía que ocupó en la etapa de Celia Villalobos, y en la que tiende cada vez más a colocar a responsables sin experiencia y que hacen virtud de la disciplina. Notorio es que no hay ninguna reunión importante del departamento que se celebre fuera de las dependencias centrales del Consistorio. Y también son conocidas las fricciones con Juan Ramón Casero, el único edil que realmente quiso tomar el mando de la gerencia. De los demás, sólo Manuel Díaz, por la especial predilección, y Diego Maldonado, por su lealtad, han respondido al perfil de fondo y brega que demanda una concejalía tan compleja.

Los tics autocráticos de la gestión de De la Torre conciernen también a su tropa más cercana. El alcalde cambia con frecuencia de jefe de prensa. El único que parece librarse de la condena es el actual, que ha aceptado surfear la ola encrespada de su determinación y su ritmo de trabajo. En el Ayuntamiento todavía se cuenta que la única persona en todos estos años que ha merecido su confianza plena ha sido Patricia Marín. Con la exconcejal de Medio Ambiente, una empresaria curtida en el ámbito de la publicidad, que contaba con el aval añadido de ser amiga de la familia, De la Torre bajaba la guardia y se comportaba como frente a un verdadero consejero de cámara. Frecuentes eran sus conversaciones a puerta cerrada, que a diario contribuían a desanimar a los concejales con aspiraciones. «Patricia Marín formó un gran tándem con él en una época muy complicada con Limasa, cuando el área les quemaba en las manos a todo tipo de concejales», explican los analistas.

Las dificultades para adivinar los planes de De la Torre tienen que ver también con su relación con el partido. Al contrario que otros prebostes del PP, el alcalde no tiene demasiada querencia por la vida orgánica. Prefiere, a todas luces, la gestión municipal, aunque su relación con la dirección es positiva. Su poder, en este caso, no viene de los pasillos, sino de su capacidad para triturar en las urnas a sus adversarios. Además, acepta de buena gana la tendencia de la organización a endosarle jóvenes cachorros, generalmente gente con ganas y suntuosamente sumisa. De esta nueva hornada procede Mario Cortés, el único junto a Caneda de la actual corporación al que en el Ayuntamiento ven con posibilidades de entrar en las quinielas futuras para ser el sustituto del alcalde. El tercer hombre, al menos en los mentideros era Raúl López, más por denuedo personal, pero sus choques con otros miembros le han barrido de las ecuaciones. La margarita se deshoja de nuevo. Quién sabe si para volver a poblarse en la primavera del espejo de Dorian Gray.