Adham es un caballo adulto al que el 8 de enero de 2013 le cambió la vida. Había visto morir de hambre y de sed a sus dos compañeros de cuadra. Él tenía tanta necesidad de comer que incluso mordía las paredes buscando algún alimento. La denuncia de un vecino a la Guardia Civil permitió a los agentes del Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) llegar hasta el equino. Con la ayuda de los voluntarios de la asociación Cyd Santa María, hoy este simpático animal vuelve a sonreír tras vivir dos existencias completamente distintas: una primera, presidida por el miedo y la desesperación y la segunda, en la que una voluntaria holandesa de 19 años llamada Lisanne se ha enamorado de él y le ha dado la oportunidad de ser feliz en su país natal.

La Fiscalía de Málaga, ante la gravedad de los hechos, le ha pedido diez meses de prisión por maltrato animal al dueño de la cuadra, ubicada en Tolox. Cuando los voluntarios y los agentes llegaron al lugar, dos caballos habían fallecido deshidratados y desnutridos. El tercero, llamado Adham, vagaba como un fantasma «entre sus propios excrementos». No comía ni bebía desde hacía días.

La responsable de Comunicación de la Asociación Cyd Santa María es Virginia Solera, que tiene un albergue en Alhaurín el Grande para recuperar, en lo posible, la calidad de vida de los equinos abandonados y maltratados. Ésta explica que, pese a todo lo que han visto los voluntarios, «lo que más les sorprendió fue la frialdad con la que este hombre nos hablaba».

Muchas veces detrás del abandono de los equinos hay dueños con demencia senil o personas con muchos problemas económicos «muy desesperados». «Este hombre estaba bien vestido, tenía en torno a 40 años, les cerró las puertas y les cortó el agua y la comida. Ni siquiera los dejó salir al cercado a comer hierba mientras buscaba otra solución».

Adham llegó «muy tocado física y psicológicamente» al albergue, «con un proceso de desnutrición muy severo». Dice Solera que se tarda un año en recuperar a un animal en estas condiciones. Tenía muy mal la dentadura. En la pared, había surcos y marcas de dientes de los compañeros de cuadra de Adham y de él mismo. Habían intentado comer lo que fuera, presos de la desesperación que causa un estómago vacío.

Pero el verano pasado llegó al albergue Lisanne, una voluntaria holandesa de 19 años que acababa de sufrir la pérdida de su hermano. Ambos reconocieron mutuamente el dolor en el otro y el flechazo fue instantáneo.

«Ella se encariñó con Adham, la relación entre ambos era muy especial, incluso el animal tenía mucho miedo, estaba tocadísimo, y no se llevaba bien con otros voluntarios. Había sufrido mucho al ver morir a los otros dos animales», precisa Solera.

Lisanne volvió a Holanda tras terminar el verano. Enamorada como estaba de Adham, se empeñó en adoptarlo y llevárselo a su país. Los responsables de la asociación le dijeron que, una vez en su ciudad natal, se lo pensase bien, lo hablase con sus padres y familiares y le diese varias vueltas al asunto, sobre todo para que ella misma estuviera segura del trascendental paso que iba a dar: cuidar un animal de estas características es todo un reto personal. Además, los cuidadores no estaban seguros de que el caballo pudiera viajar.

«Ella nos escribía y nos llamaba continuamente, seguía preocupadísima por Adham: quería adoptarlo». Así, a finales de 2013, Lisanne logró su propósito y pudo llevar a su amigo equino a Holanda, donde hoy es muy feliz. Pudo comenzar una segunda vida, una oportunidad que otros muchos no han tenido. «Ésta es una de las historias más afortunadas que hemos tenido aquí», dice Solera. Ahora, Adham es un caballo con futuro. Otros han corrido peor suerte.