El coche ya no es un símbolo de libertad para los menores de 25 años. Así lo reflejan un buen puñado de estudios que tienen alarmados a los fabricantes de automóviles europeos. España no es ajena a este cambio de escenario. Basta con consultar los últimos datos del censo de la DGT para confirmar lo que ya vemos en la calle. Este informe revela que en las últimas tres décadas la población menor 25 años con carné ha pasado del 20% al 8%. Y no es que los chavales hayan dejado de moverse, sólo han cambiado la forma de hacerlo. Tener coche propio ya no es cool, y tener bici sí. La revolución a pedales ha permitido el desarrollo de los sistemas de bici compartidas, con un pelotón de cabeza liderado por Sevilla, Barcelona y Valencia. Urbes que registran más de 70.000 desplazamientos diarios a través de esta red, a la que acaba de sumarse Málaga.

La red de carriles crece y parece que lo seguirá haciendo si atendemos a las promesas de la Junta y el Ayuntamiento. Esperemos que aprendan de los errores cometidos en los primeros viales construidos, como el esperpento ese de la avenida de Carlos Haya, al que no me atrevo llamar carril bici. Circular por él es una gymkhana en la que hay sortear bidones de basura, estaciones de autobuses y demás obstáculos.

No obstante, me gustaría fijar el foco en los problemas de convivencia entre peatón y ciclista. La falta de hábito y sobre todo de civismo provoca conflictos. Algunos viandantes critican a esos Induráin que se les echan encima como mamelucos a caballo. Otros claman contra la construcción de carriles bici, como en La Trinidad en 2011, tras la inauguración del vial. Una oposición a la que yo no prestaría demasiada atención. Estas protestas me recuerdan a las que hubo cuando se peatonalizó Larios hace 11 años.

Pero, ¿cuál es el espacio del ciclista: la acera o la calzada? Un debate que no tardará en producirse. De hecho, el Tribunal Supremo se pronunció hace unos días sobre este asunto, al considerar «ilegal que los ciclistas vayan por la acera», tumbando así una normativa que lo permitía el Ayuntamiento de Zaragoza.

Mi opinión es que no necesitamos más carriles bici. No hablamos de trenes. Es un problema de civismo contra el que debemos concienciarnos para abolir esa prioridad de peso que reina en la jungla de asfalto.