Los hosteleros de El Romeral no han querido participar en una iniciativa pionera para estudiar el ruido que se produce en las terrazas de los bares, declinando la invitación ante el largo conflicto que mantienen con los vecinos de la zona.

La prueba estaba impulsada por las asociaciones de hosteleros de la capital y el área de Medio Ambiente. Ésta consiste en instalar cinco dispositivos, desarrollados por la empresa Inoise Technologies, para medir el ruido de las terrazas y advertir a los clientes cuándo se superan los límites permitidos, emitiendo señales sonoras y lumínicas.

Sin embargo, la negativa de los tres establecimientos de El Romeral que iban a participar en la prueba ha dejado cojo a este proyecto, que sólo cuenta, para realizar el estudio, con un dispositivo funcionando en un bar del Centro y otro en El Palo.

El rechazo a instalar estos dispositivos es una muestra más de la situación tan delicada que se está viviendo en El Romeral por el ruido, donde los vecinos y hosteleros mantienen un largo conflicto. Este fin de semana se dio además un paso más, con la amenaza municipal de acudir a la vía penal para poner coto a los excesos de ocupación de una veintena de establecimientos con un alto nivel de incumplimiento de la ordenanza.

Los dispositivos se instalaron en el Centro y en El Palo el pasado 12 de mayo. La intención era disponer de tres más en El Romeral, posibilidad que se esfumó por la negativa de los establecimientos a instalarlos.

Estos aparatos toman mediciones en tiempo real del ruido en el ambiente de las terrazas, que se emiten a la empresa Inoise Technologies, que ha desarrollado los prototipos, y ésta los remite al área de Medio Ambiente. La idea era disponer de los datos recogidos durante un mes y comprobar si se reduce la emisión de ruido cuando se advierte de que se exceden los límites.

Para ello, los dispositivos están programados para que salten unas alarmas en el momento en el que el ruido sobrepasa los 80 decibelios durante un tiempo continuado de ocho segundos, con idea de concienciar a los clientes para que moderen el tono de voz.

Si los hosteleros han querido desmarcarse de los medidores de ruido, impidiendo conocer el grado de contaminación acústica de las terrazas, los vecinos de El Romeral han frenado otra iniciativa del área de Medio Ambiente por silenciar la calle.

En este caso los perjudicados han sido los toldos fabricados con materiales absorbedores de ruido, que podían reducir en más de 3 decibelios la contaminación acústica.

La negativa de los vecinos ha venido motivada por un aspecto inesperado: la seguridad. Entendían que la instalación de estos toldos, que requerían de una estructura para sostenerlos, ponía en riesgo a los pisos de las plantas inferiores, ya que ofrecían una plataforma de acceso a las viviendas para el robo. Además, los vecinos mostraban su desacuerdo con el impacto estético que suponían en la calle.

Esta inesperada oposición vecinal a la instalación de toldos contra el ruido ha obligado al área de Medio Ambiente a renunciar a esta propuesta, que se contemplaba como una posibilidad de reducir la contaminación acústica ocasionada por la proliferación de terrazas.

El Ayuntamiento contaba con el ofrecimiento de una empresa alicantina especializada para suministrar toldos de forma gratuita para realizar la prueba y comparar su impacto real antes de tomar una decisión. Medio Ambiente también barajaba el uso de tapices para evitar el ruido de arrastrar sillas y mesas en la calle.