Norberto González y Sergio Barranco pasan de puntillas por la figura del trol en las redes sociales. «Si la definición es la que ofrece Wikipedia no tienen ningún interés policial», espeta el primero. El agente se refiere a que una persona que se dedica a provocar con mensajes o calentar debates con sus comentarios no merece ni un segundo la atención de los investigadores del Grupo de Delitos Tecnológicos de la Policía Nacional, que demasiado trabajo tienen con rastrear los verdaderos delitos que se comenten en las redes. «Si eso fuera delito habría que detener a muchos colaboradores de televisión», bromean para diferenciar entre lo inmoral y lo ilegal: «Se trata de prevenir, no reprimir».

Como en la calle, las opiniones, los insultos leves, las faltas de respeto y de educación o incluso el mal gusto no suelen investigarse. Como el caso de una joven que acudió recientemente al grupo para denunciar que un seguidor de Facebook al que no conocía de nada le insinuó que era lesbiana. Los agentes entienden que la chica pueda ofenderse, pero no tanto que ella acepte que le siga una persona de la que no sabe absolutamente nada.

«Pero si los hechos pasan a mayores ya es otra cosa», subraya Norberto. En los discursos de los dos compañeros predominan los casos protagonizados por menores, que pasan con facilidad del bulling presencial en el colegio al ciberbulling a través de las pantallas de sus ordenadores y móviles de última generación. Y es que las nuevas tecnologías son uno de los grandes protagonistas en toda esta historia. Según explican los agentes de la Policía Nacional, lo que los menores hacen ahora es exactamente mismo que han hecho todas las generaciones a esa edad. Hay una excepción, y muy importante, y es que ahora todos los chicos tienen un teléfono con cámara de fotos desde el que puede colgar en internet un mensaje hiriente o una foto comprometedora. Ante miles de personas y en cuestión de segundos.

Internet agrava el problema

Se hacen amigos, flirtean y llegan a más. Se hacen fotos, las intercambian y se pelean. Las rupturas y las venganzas los dejan más expuestos ante una horrible humillación pública. «Lo que ahora es lo que pasaba antes, pero con internet las cosas perduran y eso agrava la percepción del problema», explica González. Lo que antes era una relación de confianza se puede convertir en una pesadilla con comentarios crueles y fotos comprometedoras como moneda de cambio. Sobre todo entre los menores, que a pesar de manejar las nuevas tecnologías con una gran facilidad no son conscientes del daño que provocan y los delitos que pueden llegar a cometer. «La inconsciencia propia de esa edad les hace pensar que el ordenador les da el anonimato y no piensan en las consecuencias», apunta Sergio antes de añadir que los mayores no sufren tanto acoso o denuncian mucho «porque saben defenderse mejor».

Al contrario de lo que pueda parecer, las redes sociales no tan cotidianas son las que más trabajo policial dan. Prefieren no dar nombres por no criminalizar al mensajero, pero los oficiales reconocen que en su día era Tuenti la que más problemas daba por la cantidad de chavales que la usaban. Al menos, dicen, es la que más colaboradora se muestra con los investigadores por tener sede en España, no como los grandes gigantes con sede en Estados Unidos y cuyos trámites son más complicados y lentos.

En cualquier caso, las actuaciones policiales no son tan inmediatas como pueda parecer pese a la importancia que el tiempo tiene para los agentes. Los compañeros explican que lo normal es solicitar un mandamiento judicial que ordenará o no actuar una vez que se compare el delito cometido por el autor con su propio derecho a la privacidad. Es lo que llaman proporcionalidad, «algo que no resulta fácil de conseguir en el ámbito de los menores». Si hace falta, los investigadores recurren a las empresas para recabar pruebas, aunque normalmente no tardan mucho en localizar al autor del delito por las pistas que da la propia víctima.

Según los policías, el perfil de las personas que delinquen en las redes sociales es variadísimo, aunque reconocen que entre los chicos de entre 15 y 25 años predomina la búsqueda de desnudos de chicas. Luego están las rencillas entre escolares y adolescentes, el acoso tras una ruptura sentimental, jóvenes aburridos que no tienen pareja o incluso personas casadas. En otro saco están los pedófilos, que entran en otro nivel delictivo y de investigación. Si hace unos años el paraíso pedrastra estaba en las redes P2P para compartir archivos, actualmente se esconden en las denominadas redes TOR (The Onion Router), también conocida como la web profunda. En ellas se registran anónimamente y pueden intercambiar los archivos ocultando su dirección IP, algo indispensable para su localización. Sin embargo, tarde o temprano tienen que salir de la cueva para cazar. «Normalmente buscan a sus víctimas en los juegos de Facebook, en las partidas online de las videoconsolas o a través de Skype (videoconferencias).

Según Norberto, trabajo no les falta a razón de uno o dos casos nuevos diarios de media, aunque el verdadero grueso de las investigaciones del grupo de Delitos Tecnológicos se centran en las estafas que se cometen a través de internet. Sobre todos aquellas relacionadas con transferencias fraudulentas o el uso de tarjetas de crédito.