Con tesón español y puntualidad británica, el malagueño Francisco García, técnico especialista aeronáutico, lleva 12 años consultando los archivos de Málaga. «Les dedico sobre cinco o seis horas. Por la mañana voy al archivo de Protocolos de La Trinidad y por la tarde al Municipal o a la Catedral».

Gracias a esta afición, Francisco García cuenta con documentos de la capital que nunca han sido publicados.

Centrado en la Málaga del XVII, de la que se ha convertido en un auténtico experto, comprobó que de ese siglo no había planos. «Hay de la costa pero no del interior», explica. Por este motivo durante el último año ha elaborado un concienzudo mapa de la plaza de las Cuatro Calles (hoy de la Constitución) y todo su entorno en el año 1620, «porque es la época de la que más datos he podido conseguir». En ese tiempo, calcula, Málaga tendría unos 20.000 habitantes (era una ciudad muy mermada por las epidemias).

Cada uno de los 108 puntos señalados en el mapa se apoyan en referencias documentales (número de cajas, folios y archivo) y como resalta, se ha centrado en las referencias principales por cuestión de espacio. «Si hubiera tenido espacio podía haber dado 200 citas», apunta.

San Juan de los Reyes

El resultado, en muchas ocasiones, es una Málaga inédita como la presencia de la capilla de San Juan de los Reyes. «Ningún historiador de Málaga había dado una nota. Estaba en lo que hoy es la iglesia de la Concepción, la de las Esclavas». Precisamente en la plaza de las Cuatro Calles también ha localizado una capilla «que no había señalado antes nadie»: se trata de la dedicada a San Ciriaco y Santa Paula, los patronos de la ciudad, que se encontraba pegada a las Casas Consistoriales (el edificio de la antigua tienda Costa Azul). Además, la plaza contaba con la ermita de la cárcel, a la altura del pasaje de Heredia.

La fuente de Génova, por cierto, se encontraba en 1620 más pegada al actual café Central, cerca ya de la calle Granada, que entonces se llamaba también de Zapatería de Obra Prima, es decir, zapatos de buena calidad, porque existía la calle Zapatería de Obra Gruesa.

Como destaca Francisco García, en el siglo XVII los nombres de las calles variaban mucho e incluso se repetían y otra curiosidad: existían muchas calles con nombres de árboles. «Por la zona de la calle de la Victoria todo eran nombres de árboles y calle la Higuera tengo detectadas seis», cuenta.

Lo que no aparece en la plaza de las Cuatro Calles de 1620 es el convento de las Agustinas, del que en nuestros días nos queda la portada como entrada al Pasaje de Chinitas, porque las Agustinas no llegaron hasta pocos años después.

Las grandes familias

Otra particularidad del plano es que ha recogido las casas de las principales familias de Málaga, nombres que dejan su huella también en los principales rincones de la ciudad. Es el caso de la actual plaza del Obispo, que si a finales del XV se llamaba la plaza de Cotrina, en 1620 llevaba el nombre de la plaza de la Marquesa, en recuerdo de una hija de Gracián de Aguirre, nombre que también llevó la plaza con anterioridad. De hecho, el palacio del Obispo de nuestros días no había alcanzado toda la extensión en esa década del siglo XVII porque varias casas de Gracián de Aguirre ocupan el lateral derecho de la calle Fresca que entonces se llamaba... calle Gracián de Aguirre.

Y en cuanto a la calle Larios, por supuesto impensable en la época, pues es de 1891, su lugar lo ocuparía de forma relativa la estrecha calle de los Toros, llamada así porque por ahí pasaban los toros para las corridas que se celebraban en la plaza de las Cuatro Calles.

Pero en 1620, con permiso para familias como los Barrientos, que eran dueños de Colmenar o del mencionado Gracián de Aguirre, la que probablemente era la familia más poderosa eran los Torres, unos judíos conversos que tenían 26 casas en Málaga, según ha contabilizado Francisco García.

El investigador malagueño conoce muy bien esta familia porque la ha estudiado durante años y tiene listo un libro de cientos de páginas para publicar. Un Torres, a propósito, fue nombrado obispo de Monreale, en Italia, gracias a Felipe III. «Era la segunda mitra más rica de Europa», destaca Francisco.

La Catedral y la cilla

El detallado plano también da una idea de las obras de la Catedral porque todavía no se había realizado la fachada de la plaza del Obispo, con la gran escalinata. Por ese motivo, el investigador sitúa «exactamente donde está el león de la izquierda, la primera Cilla de pan decimal que tiene el obispo».

La cilla era el lugar en el que se guardaban el trigo y la cebada de los diezmos que cobraba la iglesia. Por eso en el callejero actual encontramos la huella de este tipo de construcciones en la calle Cilla.

También está presente la calleja de Sancha de Lara, un nombre que ha continuado en el callejero hasta nuestros días. Doña Sancha de Lara, cuenta Francisco García, era una señora que se dedicaba a la compraventa de esclavos. «No tiene hijos y le deja toda su fortuna a su sobrino. Después tuvo que haber alguna discusión porque lo deshereda. Tengo el testamento de ella», informa.

A este apasionado de los archivos le encantaría que se diera a conocer esta laboriosa tarea de dar vida a las calles, plazas y vecinos de una Málaga tan difícil de imaginar, perdida en el tiempo y que fuera consultada.

Una ciudad con un puerto reciente y que no sólo contaba con una calle de las Siete Revueltas, muy conocida en los siglos posteriores, sino también con una calle de las Doce Revueltas.

Francisco, que ha realizado este trabajo con la ayuda del ordenador, no descarta continuar con la obra y seguir desentrañando la Málaga del XVII. «Si algún día continúo con el mapa hacia abajo tengo una gran documentación», por eso confiesa que le gustaría incluir sobre todo la plaza de los Espaderos, los fabricantes de espadas, que se encontraban en la actual plaza de Félix Sáenz. «Tengo hasta la Virgen que había la invocación y quién hizo la figura».

El conocimiento del siglo XVII le ha llevado a admirar como el mejor obispo de Málaga al de la época, don Luis Fernández de Córdoba y Portocarrero, que defendió como uno más la ciudad del ataque de una escuadra inglesa. El escudo del obispo está incluido en este singular plano.