El alma solitario sonríe sentado en el paseo marítimo y mira como la luna se refleja en el agua mientras espera a que el reloj dé la media noche. De fondo, suena el chillido alegre de algunos niños que todavía siguen apurando los últimos minutos de juego antes de que todo se tambalee con el inicio del nuevo curso escolar. El alma solitario se limita a aspirar suavemente el olor a salitre que flota en el ambiente y a seguir con su mirada a ese barco que va desapareciendo en el horizonte como lo hace un amor de verano.

En el mismo momento, mientras que se produce esta imagen, el mundo de miles de malagueños y malagueñas se acaba de desajustar porque ya, hoy, nada es como lo fue todavía ayer. El alma solitario escudriña el reloj y con un leve suspiro contempla como las agujas del tiempo completan el giro radical y las campanadas anuncian la llegada de un nuevo día. El pequeño orden mantenido a lo largo del último mes, en el que tampoco todo era perfecto, pero en el que no había prisas para apurar el café, acaba de dinamitarse hasta el año que viene.

El barco ya no se vislumbra y hasta el reflejo de la luna ha dejado de estar en contacto con el agua. Todos los años, cuando llega el 1 de septiembre, se instala un fenómeno que ya venía anunciado en los telediarios. A través de esas piezas odiosas que se repiten más que el ajoblanco y que avisan de terribles dolores de cabeza, trabajo acumulado y trastornos de sueño. Hoy, pese a quien le pese, y aunque el calendario todavía diga lo contrario, el otoño ha pegado su primer bocado. Con sus días más cortos y sus tormentas de verano. En estos momentos, mientras que usted lee estas líneas, estamos ante una ola de melancolía que se adueñará de Málaga durante los próximos días, y que alcanzará su cenit de desesperación con las recuperaciones de septiembre.

Todos los años se repite la misma historia. Con el 1 de septiembre, la gente se vuelve más perezosa y empieza hasta a cambiar de gusto musical. Del Enrique Iglesias de turno, que hasta la semana pasada todavía servía para mover el esqueleto, aunque sólo fuera para difuminar las vergüenzas, se pasa a resucitar el famoso When september ends de Green Day.

Hablar de depresión postvacacional en España, es correr el riesgo de rayar, levemente, la osadía porque en este país las mayores depresiones todavía las causa el estrés de no saber qué hacer cuando uno se levanta por las mañanas. Aun así, el día de hoy ha empezado para muchos con un forcejeo matutino por no desprenderse de la almohada sin pensar en el consumo previo de prozac. Y es normal que sea así porque la vuelta al trabajo, al no ser que uno sea astronauta o estrella de fútbol, nunca es plato de buen gusto. En septiembre se eleva el consumo de alcohol, que es como un crédito que se cobra al día siguiente a través de la depresión postalcoholica. Ahora que Málaga es como una noria, no merece la pena, ya que si algo nos ha enseñado, es que todo vuelve a su inicio. Agosto también.