el vestuario masculino de toda la vida han desaparecido una serie de prendas imprescindibles en personas de cierto relieve, o para ponernos a la altura de determinadas formaciones políticas, de cierta casta. Los señores del siglo pasado, y sobre todo los señorones, tenían en su ropero para determinadas ocasiones, entre otras prendas, un frac, un chaqué, una levita, un smoking (se ha españolizado, y ahora se denomina esmoquin), quizá un levitón, botines, un sombrero de copa…

De todos aquellos ropajes subsisten algunos porque hay normas o reglas que cumplir. El frac, que era el traje recomendado y obligado para algunas celebraciones, está en el armario de los políticos que han llegado a las cimas del poder. A muchos españoles les sorprendió ver a don Felipe González, cuando llegó a la presidencia del país por decisión mayoritaria de los españoles, lucir un frac cuando el pueblo que lo votó lo identificaba con una chaqueta de pana. Pero el protocolo es el protocolo y hay que respetarlo para ser respetado. El frac, pues, es una prenda imprescindible en el ropero de personas que llegan a determinadas escalas del poder y la representación.

La levita es una prenda que ya no se lleva, o muy poco; se la identifica con los antiguos aurigas o pitejos que manejaban los coches fúnebres tirados por dos o cuatro caballos enjaezados. En documentales de hace un siglo, que a veces ilustran páginas de la historia de España, se ve a los dolientes y séquitos luciendo levitas y hasta levitones en tiempos muy fríos, porque la variación entre la levita y el levitón está el grueso del tejido. Las únicas levitas que existen en la actualidad, pienso, están en Humberto Cornejo, la empresa dedicada a facilitar toda clase de vestidos y trajes a las productoras de cine, teatro y televisión.

El chaqué. La situación del chaqué (del francés Jaquette) es parecido a la levita, con faldones cerrados por la parte delantera. Es una prenda menos lúgubre porque los pantalones son rayados. En España el chaqué está reservado a los novios y testigos de las bodas. Es una costumbre muy antigua que se mantiene, aunque en Estados Unidos, por citar un caso, los novios, en lugar del elegante chaqué, decidieron, o lo decidieron los modistos, vestir el smoking o prenda indicada para fumar. Pero del esmoquin, ya en español, me ocuparé en la inmediata rúbrica que sigue a esta.

El chaqué, en España, aparte para casarse o para cumplir como testigo de la boda de un amigo o familiar, se empleaba por los señores pudientes (o de la casta como algunos intentan desacreditar a personas que no comulgan con sus ideas) para asistir a las carreras de caballos, no para montarlos, que para eso estaban los jinetes o jockeys, sino para seguir las pruebas con gemelos o prismáticos en compañía de damas ataviadas con enormes pamelas fumando cigarrillos rubios encajados en largas boquillas de marfil.

Cuando había carreras de caballos en el hipódromo de la Zarzuela (Madrid), a falta de otras noticias de interés, el No-Do solía recoger imágenes de las pruebas más importantes y, de paso, al público seguidor. Los chaqués y las pamelas dominaban el cotarro. Ahora, como lo que interesa es lo que dicen los políticos y políticas (eso creen los responsables de los informativos de las televisiones) creo que ninguna cadena recoge la carreras de caballos, y por lo tanto ignoro si el chaqué y los aparatosos tocados femeninos se siguen utilizando. En Inglaterra, en el famoso Derby de Epson, que viene celebrándose el primer miércoles de junio desde 1780 y reservado a potros de tres años, los lores y las loras (las ladys, para ser más finos), acuden de chaqué y saludan a Isabel II que es asidua espectadora. Otro Derby famoso es de Kentucky (Estados Unidos), donde también los ricachones filántropos y sus enjoyadas señoras lucen el elegante aditamento.

En España, la palabra derbi (con i latina), admitida por la Academia de la Lengua, se aplica a competiciones deportivas cuando equipos de una misma localidad se enfrentan entre sí. Pero como es una palabra inglesa, que tanto gusta a los esnobs, sus límites se ensanchan o empequeñecen según convenga. Un Real Madrid-Atlético de Madrid es un derbi; un Barcelona-Real Madrid, es el derbi del siglo… y la costumbre se extiende a enfrentamientos entre equipos de la misma provincia. Un Marbella-El Palo también es un derbi. Por cierto, Derby fue un lord británico que creó la prueba que lleva su nombre. El 3 de junio de 2016 se correrá la 236 edición.

Como llevo muchos años sin cubrir informaciones -estoy jubilado- no sé cómo visten nuestros concejales cuando acuden a ceremonias importantes. Pero en 1971, por ejemplo, cuando la corporación asistió al traslado de la Virgen de la Victoria desde la Catedral al Santuario, el alcalde, tres concejales y el secretario general de la corporación, como era de rigor, recurrieron al chaqué como manda el protocolo. El testimonio gráfico que ilustra el reportaje de hoy respalda la información.

El smoking. La RAE, ante tanto uso del smoking en España, acordó en una de sus sesiones incorporar la prenda a la lengua española, y decidió escribirla como la viene pronunciando el español medio: esmoquin.

El esmoquin es una prenda recomendada para asistir a fiestas nocturnas, cenas de gala y ocasiones que antes requerían el uso el frac. Digamos que es un sustituto del ceremonioso frac, que ahora visten de vez en cuando altos dignatarios del país. Los jóvenes no son proclives a su uso por varias razones, entre ellas su precio y el temor a hacer el ridículo. Con un traje azul marino salen del paso porque sirve lo mismo para ir a la boda de un amigo, para llevar un trono en Semana Santa o para satisfacer a sus padres en determinadas ocasiones o eventos.

Una parte de los diputados del Congreso, senadores, ministros, consejeros de comunidades autónomas, altos fucionarios, catedráticos, presidentes de colegios profesionales, miembros de academias…, como en el caso de los jóvenes, en algunas ocasiones recurren al traje azul marino con corbata de color rojo, violeta, rosa… y quedan bien; otros, sin embargo, ni saben vestir el cargo ni respetan a la entidad que representan y se presentan sin corbata, con la camisa por fuera, pantalones vaqueros, zapatillas de deportes o como les da la real o republicana gana. En fin, allá cada uno

El abrigo, el gabán... Como en Málaga no hace frío (cuando hace frío nos emparejamos con Teruel), el abrigo apenas si se usa. Tampoco se ve el gabán, que es una prenda similar al abrigo, ni nadie se acuerda del sobretodo, que era un gabán más ligero. Los jóvenes y mayores de dieciocho años recurren a otras prendas como los chaquetones, las cazadoras, las pellizas, las zamarras, las trenkas (estuvieron de moda hace muchos años), las chamarretas y otras prendas de abrigo que cada temporada cambian y que a la postre son las mismas con denominaciones diferentes. El chándal y las sudaderas están de moda para pasear o para correr por el Paseo Marítimo sorteando excrementos perrunos, émulos de Contador, patinadores y niños con casco en pequeñas bicicletas.

Quién viste mejor. En la Málaga que yo viví cuando curraba en los medios de comunicación hubo dos señores que se distinguían en el buen vestir. Los dos eran altos, delgados, elegantes, iban siempre de punta en blanco -una expresión muy corriente entonces- y llegaron a ser objeto de atención de por parte de las personas con las que alternaban en los mismos ambientes. Digo sus nombres porque no hay nada de malo en ello. Uno era el fiscal jefe de la Audiencia de Málaga, don José Eguilaz Ariza; el otro, don Rafael Betés Ladrón de Guevara, que fue jefe de protocolo del nuestro Ayuntamiento y después alcalde de la ciudad.

Vestían tan bien, tenían un vestuario tan variado, eran tan elegantes, que algunos grupos de sus amigos y conocidos ¡hasta hacían apuestas! para ver quien se iba a presentar mejor trajeado en cualquier acto o ceremonia. Seguro que en su armario colgarían un chaqué, un frac, un smokimg (en aquella época se escribía en inglés), incluso levita y levitón.

Creo que ninguno ganó al otro; un empate sería lo justo porque ambos eran merecedores del Premio al Malagueño más Elegante, certamen que no existía, ni existe, ni creo que se instituya porque ahora la elegancia no se lleva.