Los trenes de recreo fueron una iniciativa de las primeras compañías ferroviarias para incentivar los viajes en ferrocarril y romper las reticencias de algunos sectores de la población hacia el uso del nuevo medio de transporte.

Como toda técnica nueva, el ferrocarril tuvo partidarios y detractores. Los primeros subrayaron sus ventajas, rapidez, baratura y gran capacidad de carga; y celebraron con entusiasmo el nuevo invento que la ciencia había puesto al servicio de la sociedad. Los detractores alertaron de los peligros de un artefacto pesado que portaba un fuego permanente, que producía un ruido insoportable y que debido a su velocidad estaba expuesto a descarrilamientos.

Para que los más reacios a subirse al tren pudieran vencer sus temores, las compañías de ferrocarriles trataron de demostrar, mediante la publicación de estadísticas, que el peligro de accidentes era menor que en las antiguas diligencias y que el número de víctimas era más reducido. Pero sobre todo pusieron en marcha una política que daría excelente resultados, los trenes de recreo, es decir, una oferta de viajes cortos, a precios rebajados, para pasar un día de diversión y recreo en lugares atractivos, parajes pintorescos, orilla del mar, etc., generalmente en domingos y festivos.

En el continente europeo los primeros trenes de recreo nacieron en Francia. Concretamente fue la línea Paris-Saint Germain, construida por el banquero Emile Pereire en 1837, la pionera en organizar este tipo de excursiones. Diez años después, la compañía del oeste daba continuidad a la iniciativa de Pereire organizando viajes desde de París a la costa.

Los trenes de recreo tuvieron gran éxito; cada vez que se organizaban estos viajes la masiva afluencia de viajeros estaba asegurada. Los caricaturistas encontraron en ellos un filón para sus viñetas en periódicos y revistas satíricas. Escenas que representaban el «asalto» al tren para asegurarse un asiento, cuerpos saliendo por las ventanillas de un vagón abarrotado de gente o viajeros sentados sobre el techo de los vagones, invitaban a burlarse de aquel furor por viajar en tren sin importar incomodidades, molestias y fatigas. Honoré Daumier, el célebre pintor, dibujante e ilustrador francés, dibujó numerosas escenas llenas de humor de los «trains de plaisir», ironizando sobre esta moda que invadió a Francia durante las décadas centrales del siglo XIX.

Del mismo modo los escritores criticaban este tipo de viajes. Un colaborador del Diario de Córdoba escribía 1871: «Creemos que llamarlos de recreo consiste en una figura retórica que se llama ironía. Porque qué diablo de recreo puede encontrarse en venir los viajeros en los coches prensados como arenques y al desenvolverse en ellos sacar el rostro abotargado como signo de sofocación y la ropa rizada como sobrepelliz de capellán de monjas».

Hasta tal punto surtieron efecto estas críticas que las compañías ferroviarias decidieron cambiar el nombre de «trenes de recreo» por el de «trenes especiales».

La compañía del ferrocarril de Córdoba a Málaga puso en marcha los trenes de recreo nada más producirse la inauguración de la línea en agosto de 1865. Incluso antes, tras la apertura del tramo Málaga-Alora en 1863, hubo viajes especiales entre ambas poblaciones.

¿Con qué motivo se organizaron los primeros trenes de recreo? Para facilitar la asistencia a corridas de toros. Así, en las páginas de El Avisador Malagueño se anunciaba la circulación de un «tren de recreo» entre Málaga y Alora el 6 de agosto de 1865 con motivo de la corrida de toros que se iba a celebrar en esta última población. El tren «compuesto de coches de segunda y tercera clase, con rebaja de precios» saldría de Málaga a la una de la tarde para llegar a Álora a las dos y 25 minutos y emprendería el regreso a las 7.45 para llegar a Málaga a las 9.10 de la noche. Los precios de ida y vuelta se fijaron en 20,70 reales en 2ª clase y 12,70 en 3ª, lo que suponía una reducción de un 20% respecto a las tarifas habituales.

Otro destino de los trenes de recreo fue la sierra de los Gaitanes. Los Gaitanes tenía todos los atractivos para un viaje de las características indicadas: una zona montañosa apenas explorada, un paraje pintoresco con picos muy elevados, escarpes, tajos y gargantas atravesadas por el río Guadalhorce; y por supuesto las sorprendentes obras de infraestructura realizadas para la línea del ferrocarril, puentes, viaductos y túneles de unas dimensiones sorprendentes, cuya construcción supuso un verdadero desafío para la ingeniería de la época.

Con la doble opción de visitar «los túneles o Antequera», los domingos 18 y 25 de febrero de 1866 circularon trenes de recreo, con salida de Málaga a las seis y media de la mañana y regreso a las 4 de la tarde (salida de Antequera) o las 5.24 (salida de Gobantes) para llegar a Málaga a las 8 de la tarde. Los precios, asimismo de ida y vuelta, eran: de Málaga a los túneles 24 reales en 2ª clase y 16 en 3ª; de Málaga a Antequera 40 y 26 reales respectivamente. La Compañía anunciaba que en los túneles encontrarían los viajeros «un restaurante bien servido»; es decir, se había previsto también un servicio de comidas para los viajeros que acudieran sin provisiones.

Córdoba fue otro destino de los trenes de recreo con motivo de la feria y los toros. En septiembre de 1868 tuvo lugar un multitudinario viaje que describió así El Correo de Andalucía: «Los expedicionarios se hacen lenguas del júbilo con que verificaron el viaje, del recibimiento que les tuvieron los cordobeses y sobre todo de la corrida de toros en que, al decir de los inteligentes, hicieron maravillas Lagartijo y Bocanegra». La expedición compuesta por tres trenes, que transportaron a casi tres mil personas, supuso para la compañía del ferrocarril unos ingresos en torno a los tres mil duros, según el periódico malagueño.

El tren también contribuyó a facilitar los viajes a Carratraca, cuyo balneario fue muy frecuentado por la burguesía en el siglo XIX. Tras la inauguración del ferrocarril, se anunciaron viajes combinados con diligencias que enlazaban las estaciones más cercanas con la población de las aguas curativas que, sobre todo en verano, recibía gran cantidad de visitantes.

Los trenes de recreo fueron una oferta promocional de viaje tendente a establecer el primer contacto entre el cliente y el producto. Gracias a sus precios reducidos, atrajeron a una clientela bastante amplia. Invitaban a viajar en tren a personas que no habían pensado en ello ni tenían los medios para hacerlo sin esta posibilidad. A través de los trenes de recreo, las compañías ferroviarias pusieron en marcha el turismo ferroviario.