Nicol y David sellaron su amor hace más de un año, el 1 de diciembre de 2014, así que en estos tiempos de Mujeres, Hombres y Viceversas vaya usted a saber si siguen aún juntos. El caso es que al parecer ella -la letra es femenina- escribió eso de «te amo» y, cosa curiosa, lo hizo con los dos signos correctos de exclamación y uno más de refuerzo.

Nada de particular tiene esta anónima historia de amor -sólo conocemos sus nombres- si no fuera porque la pareja no tuvo otra cosa que hacer que proclamar sus amoríos en la puerta trasera del convento de Nuestra Señora de la Paz de las monjas clarisas, un precioso edificio del año 1862.

Pero tampoco debemos cargar las tintas en este enamoradizo dúo. De hecho, los arqueólogos del futuro lo tendrán crudo sólo para contar cuántas capas de espray contiene la puerta conventual, una de las más pintadas y pintarrajeadas de Málaga, hasta el punto de que uno duda de que no se trate de una obra de Jackson Pollock.

A fin de cuentas no es sino un detalle vandálico pero multicolor de uno de los rincones más dejados de la ciudad, al que esta sección no deja de acudir año tras año para descubrir que muy pocos se apiadan de él, por mucho que los lustros transcurran.

¿Ha estado alguna vez un político en campaña por estos andurriales? Uno firmaría que no. Estamos en una de esas zonas oscuras de la ciudad, con suciedad y abandono permanentes, pese a que hablamos de un rincón pegado a la calle Velarde.

Pero es que en Velarde no viven muchos votantes, es la parte trasera del antiguo convento y cuartel de la Trinidad y tiene enfrente los terrenos dispersos de la Diputación, que albergan por cierto una de las colonias más importantes de cotorras argentinas de Europa. Echen si no un vistazo a los kilos y kilos de nidos que penden de las ramas de los pinos, pegados a Velarde. ¿Algún diputado de la Diputación ha comprobado la inevitabilidad de la ley de la gravedad bajo estos árboles? No se imagina uno a un diputado por estos andurriales evitando el despeñe de los nidos.

El único dato positivo de este deprimente entorno ha sido, hace unos meses, la siega radical de dos solares abandonados, lástima que la hierba haya vuelto a crecer. De todas formas, se sieguen o no, ninguna persona en su sano juicio se acerca por la puerta posterior del convento, en la calle Covarrubias, como no sea para incumplir algún artículo de las ordenanzas municipales o, directamente, para quedar incluido en algún tipo penal.

Es la impresión que da, al final de esta visión, la visión de dos grandes palitroques apoyados en la tapia del antiguo convento y cuartel de la Trinidad, vecino del convento de las monjas.

No parece que los palos los hayan transportado las cotorras argentinas. Curiosamente son una rápida forma de acceso al castigado recinto. Así están las cosas por el entorno de la calle Velarde. Para salir volando.