El termómetro marca 20 grados. Es domingo y a poco para que den las dos y media de la tarde apetece sentarse en una terraza del paseo marítimo, disfrutar de una buena cerveza y cerrar los ojos mientras la brisa se cuela por la camisa remangada que regalaron hace apenas un mes los Reyes Magos. La estampa resulta familiar, un domingo cualquiera de primavera en la bahía de Málaga salvo por un matiz; es invierno, febrero y ni rastro del frío.

Al invierno lo han raptado. Eso deben pensar los que visitan la ciudad, un lugar en el que los inviernos cada vez son más suaves y las estaciones se mueven en parámetros de más o menos calor y no se contempla que el mercurio descienda de los dos dígitos.

Consecuencias del cambio climático, años cíclicos, la intervención de fenómenos meteorológicos como El Niño... Lo cierto es que diciembre se cerró como el más caluroso de los últimos 130 años e incluso superó los 25 grados en la capital. Enero no se queda atrás. Ha sido el segundo año más cálido que se registra desde 1940 en la ciudad, con 14,6 grados de media, y a dos décimas de superar la histórica cifra de 14,8 que se alcanzó en 1995.

La lluvia también es una de las ausentes de este invierno con olor a primavera aunque los malagueños miran al cielo con incertidumbre desde la época de antaño. La propia Aemet confirma que el histórico refleja que cada dos o tres años húmedos viene un periodo de sequía de entre cinco y siete años. Lo que antes se consideraba una anomalía que se corregía en los años siguientes ahora se contempla con cierto nerviosismo. El calentamiento global es una realidad y algunas zonas son más propensas a dejar entrever las consecuencias de una zona corrompida por las altas temperaturas continuas, fenómenos atmosféricos y otras cuestiones.

¿Qué pasaría si Málaga viviera en los eternos veinte grados invernales? Algunas de las consecuencias ya son latentes.

El campo es uno de los grandes perjudicados. Ciertos tipos de árboles sufren anomalías en su ciclo como es el caso del olivar que ya se prepara para echar su flor, dos o tres meses antes de lo previsto, o los árboles frutales de hueso como el almendro que ya ha echado su flor y pinta una estampa inusual en el paisaje. El mango, en cambio, cultivado en la Axarquía, también ha adelantado su ciclo aunque al ser una fruta que atiende a un clima tropical no se ve tan perjudicado y volverá a echar la flor dentro de unos meses y en la época que le toca, según explica el presidente de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja), Baldomero Bellido. Estas son algunas de las consecuencias que está teniendo hasta el momento en el campo malagueño pero no son las únicas.

El patrón cada vez más común de lluvias torrenciales o la prolongación de periodos de sequía también afecta de lleno a este sector. Uno de los cultivos que más se puede ver afectado este año es el cereal. Las condiciones no han sido las más propicias hasta el momento y todo apunta a que la producción no será abundante.

Los cultivos leñosos también se ven perjudicados ante la escasez de agua y el año pasado ya fue complicado, según apunta el presidente de Asaja. «No queremos aventurar desgracias pero las condiciones no están siendo para que haya buenas cosechas este año», sentencia Baldomero.

Aun así los expertos mantienen la calma y señalan que los cambios que se pueden estar produciendo a nivel global aún no son apenas perceptibles a nuestro día a día.

«La percepción del clima está muy influida por lo que acaba de ocurrir este año y se nos olvida lo que ha ocurrido en el pasado. Los estudios hidrológicos que se hacen cada 20 años son casi idénticos, sin embargo, hay diferencias enormes de un año para otro», señala el biólogo Ernesto Fernández. A su juicio, la vegetación se mueve en los parámetros habituales. Por citar, los árboles de hoja caduca han perdido sus hojas algo más tarde lo habitual no ha sido algo que se exceda en el tiempo demasiado. «Un grado más o un grado menos para nosotros es imperceptible para nosotros», detalla el biólogo.

Algunos vaticinan el inicio de un nuevo modelo de clima que se definirá más aún en el futuro. Otros en cambio hablan con cautela ante la posibilidad de ser una cuestión cíclica y pasajera que no marque más allá que el invierno que vivimos en actualidad. Mientras tanto, sin abrigo hasta caer el sol.