­Vuelve el tiempo de las agencias. Justo cuando nadie confiaba, no ya en su recuperación, sino en su capacidad, siquiera agónica, para seguir formando parte del tejido de la economía. Después de más de una década de lucha encarnizada por la supervivencia, y con varios frentes abiertos -la crisis general de la economía, el tan cacareado cambio en el modelo de negocio-, los establecimientos, sobre todo, en la Costa del Sol, respiran; mermados en cuanto a número, sí, pero con una satisfacción que ni los más optimistas se atrevían a esperar hace tan sólo unos meses: el regreso generalizado al crecimiento, tanto en ventas como, y ahí está la sorpresa, en cuota de mercado respecto a otros métodos de distribución.

El balance que hace Sergio García, presidente de Aedav, la asociación que agrupa al sector en Andalucía, corrobora la inversión de la tendencia; amenazadas por la irrupción de internet y el aumento de la autonomía planificadora en los viajes, las agencias han sabido subirse al carro del futuro. Primero, y ya es meritorio, capeando el temporal, y, posteriormente, adaptándose a la demanda e introduciéndose con determinación en los nuevos canales de venta, que son, en la práctica, monopolio casi exclusivo de la red. Los números hablan por sí mismos: del total de vuelos que se contratan más del 80 por ciento son tramitados directamente a través de las agencias o de alguna de sus divisiones online.

La intermediación en la búsqueda de alojamiento, y pese a la nueva cultura de la gestión directa, también parece gozar de buena salud. La mayoría de los clientes, ya sea por tradición o por desconfianza hacia otros sistemas, continúa recurriendo a las agencias de viaje para efectuar sus reservas. El porcentaje, en este caso, se mueve entre el 65 y el 70 por ciento del total. Una cifra que, sumada a la anterior, despeja el camino al sector, que había quedado sumamente emborronado por los acontecimientos, y la evolución tecnológica, de los últimos años.

Las agencias, sin duda, han sabido defenderse. No obstante, en su resurrección, tienen mucho que ver los nuevos aires que soplan en el turismo. El negocio, lejos de favorecer a un único actor, ha crecido para todos. Y más desde que, a partir de 2010, se empezó a romper con la doble velocidad que caracterizó la segunda etapa aguda de la crisis, en la que el crecimiento del mercado internacional coincidió con la depresión de la clientela española.

Una vez recuperados ambos extremos de la demanda, y con factores añadidos imprevistos como la caída de competidores directos de la Costa del Sol como Túnez, Egipto o Turquía, las agencias pueden presumir al fin de no quedar excluidas en la escalada experimentada por el destino en las últimas temporadas. De hecho, el pasado año cerraron el ejercicio con un incremento de las ventas cercano al 6 por ciento. Y la subida, al menos de momento, no parece testimonial. El nuevo curso, advierte Sergio García, ha arrancado bien, con saltos respecto al año precedente que superan, en algunos casos, la barrera de la cifra anterior. «Confiamos en que siga. Las expectativas, en cualquier caso, son positivas», puntualiza.

En la acelerada progresión del sector también interviene un factor que el responsable de Aedav no quiere, de ningún modo, dejar de lado: el cambio operado en la psicología de los clientes, que en estos meses -menos ominosos, al menos, sobre el tapete, en lo que se refiere al futuro- han empezado a romper con los remilgos de la incertidumbre: los españoles y los extranjeros vuelven a salir de vacaciones y no tienen miedo ya a contratar paquetes turísticos a medio y largo plazo. «Hemos gestionado ya vacaciones para Semana Santa e, incluso, para el verano, lo cual es sintomático de que la gente ha ganado seguridad y ya no mira el futuro con tanta desconfianza», precisa Sergio García.