Balcones de elegantes cierres dieciochescos, edificios con bajos comerciales, estudios, apartamentos familiares, antiguas grandes viviendas fragmentadas. Un amplio surtido inmobiliario con un denominador común que hace apenas una década parecía más propio de ciudades dadas al escaparatismo que de verdaderos núcleos urbanos: la residencia -permanente o cuarteada hasta el infinito- de los turistas, que se han convertido, también en lo que al alquiler respecta, en grandes agitadores del mercado.

El ´boom´ de la vivienda vacacional, que recién ahora regresa al marco normativo en Andalucía, ha sido en los últimos años, al menos en Málaga, uno de las máximas influencias en esa coyuntura de difícil armonía que ha sido siempre la oferta y la demanda en las ciudades cuyo motor económico se identifica con el turismo. La capital de la Costa del Sol tiene espejos en los que mirarse. Algunos de ellos, monstruosamente deformados, como es el caso de Barcelona, donde el fenómeno ni siquiera se ha reducido después de poner orden legislativo en el descontrol y la anomia bajo la que ha madurado este tipo de alojamientos en España.

Para observar hasta qué punto el turismo puede llegar a determinar las tarifas generales, nada mejor que atender a los números de la capital catalana. Allí, el precio medio de los arrendamientos se ha elevado un 50 por ciento en apenas ocho años, hasta alcanzar en algunas zonas, sin que Madrid le vaya excesivamente a rebufo, la friolera de 25 euros por metro cuadrado. Y eso que la evolución se mide en un periodo teóricamente afectado por la depresión y por la reducción de la demanda.

A pesar de que Málaga todavía está muy lejos de alcanzar esas cifras, la tendencia parece clara. La ciudad, junto a Mallorca, Madrid y Barcelona forma parte del grupo de municipios en los que más rápido y con mayor número de referencias se han desarrollado el alquiler para uso turístico. Y eso, hasta que la ley no revele su alcance, presume siempre un motivo para que los precios aceleren su escalada.

Otro, qué duda cabe, es el crecimiento global de la industria. El espectacular salto turístico experimentado por Málaga ha venido acompañado de un tipo de demanda que no es exactamente la acostumbrada en los hoteles de la Costa del Sol: viajeros que permanecen por varias semanas y que disponen de mayor capacidad de gastos. ¿Será el centro en el futuro un área restringida en la práctica para el turismo?, se preguntan los urbanistas. Por lo pronto, el umbral de exclusión avanza. Y con el lenguaje más potente.