El verano continúa azotando nuestros cuerpos por medio de un calor tremendo que nos hace seguir sudando estos días la gota gorda, aunque lo cierto es que las mentes de la mayoría, con la llegada de septiembre, ya dan por concluido el estío y se centran en el retorno a la temida pero también muy confortable rutina cotidiana. Y es que pesar de que muchos malagueños siguen frecuentando diariamente las playas (un lugar de escape que constituye un verdadero alivio para las familias hasta que los niños se reincorporen al colegio) y de que las calles del Centro y sus terrazas sigan repletas de visitantes (para alegría de los innumerables negocios de hostelería), son muchas las señales y comportamientos que nos remiten a la inminente llegada del otoño. Por lo pronto, el cielo se oscurece apenas pasadas ya las ocho y media de la tarde, cuando durante todo julio e inicios del mes de agosto la luz nos acompañaba hasta cerca de las diez. Sí, las interminables tardes del verano se van recortando a ritmo endiablado y la cada vez más temprana oscuridad nos invita a recluirnos algo antes en el hogar. Por otro lado, las bibliotecas vuelven a estar llenas de estudiantes que preparan los exámenes de septiembre, los comercios que habían echado el cierre por vacaciones reabren prestamente sus puertas y los padres y madres ultiman las compras y los preparativos para el regreso de sus retoños a las aulas.

A mí, en particular, siempre hay un fenómeno de índole comercial que cada ejercicio, por encima de todo, me constata por estas fechas la vuelta a la normalidad: las ofertas de coleccionables que, en toda su variopinta extensión, comienzan a inundar los quioscos o aparecer anunciados en televisión. Según se dice, somos animales de costumbres. Y también los únicos que tropezamos dos veces con la misma piedra. Seguro que todo eso lo tienen más que comprobado las editoriales porque todos los años, cuando saben que la mayoría del personal ha regresado ya de vacaciones, azuzan nuestra vena coleccionista y nostálgica (todos la tenemos, en mayor o menor medida) y nos animan a volver a engancharnos a uno de esos lanzamientos.

Lo de tropezar dos veces en la misma piedra lo digo porque son colecciones que tradicionalmente muchos empiezan pero que muy pocos acaban, ya que por mucho interés que despierte el asunto, el comprador suele acabar saturado por el inagotable número de entregas. Por no decir que, cuando acaban los precios promocionales de lanzamiento, la colección de marras puede acabar costando un pico. Ayer, en un rápido vistazo por un par de quioscos acerté a ver coleccionables sobre carros de la Segunda Guerra Mundial, vestidos de Nancy a cargo de grandes diseñadores o animales del mar y los polos, además de otro para el montaje de una miniatura de una moto vespa. También había un curso de maquillaje, otro de tricotar y uno más de historia, protagonizado en este caso por los clicks de Playmobil. En fin, que hay ofertas para todos los gustos y que algunos seguro que se aventuran en ellas. Mucha suerte a los que les pueda esa costumbre.