«El partido ha estado alejado de los ciudadanos, de la mayoría de los ciudadanos. Hemos estado, o hemos actuado con una especie de autismo, es decir, debatiendo fundamentalmente sobre nuestros problemas internos, sobre las etiquetas que nos calificaban a unos u a otros y hemos olvidado el debate sobre los problemas reales y los cambios sociales en los ciudadanos». Son palabras que pronunció Manuel Chaves en el año 2000, cuando se puso al frente de la comisión política encargada de pilotar el congreso federal del PSOE del que debía salir entonces el sucesor de Joaquín Almunia, después de que éste presentara su dimisión por la derrota electoral en las elecciones generales del mismo año. A la luz de los últimos acontecimientos que se han ido sucediendo en el PSOE, estas declaraciones efectuadas hace ya 16 años adquieren una relevancia casi bíblica. Tener más de un siglo de vida, eso parece claro, te condena inevitablemente a repetir errores y resulta irónico que después de levantarse y caer de nuevo, el PSOE se encuentre en ansiosa fase de autodestrucción a plena luz del día y ante los ojos de todo el mundo. Con las imágenes que están llegando estos días de Ferraz, salta a la vista que todo el mundo conoce ya a los dirigentes socialistas que reclaman mandar ahora mismo en el partido. La simetría de los hechos obedece, en esta ocasión, más que a cuestiones ideológicas, por mucho que se quiera plantear un debate sobre la posición adoptada por cada actor que compone esta tragicomedia, a una lucha de poder por ver quién toma el control del partido. Así lo confirma en secreto cualquier cargo y excargo socialista de la provincia. El resultado se está traduciendo en un remake de una especie de Naranja Mecánica a lo socialista que amenza con reventar a todas las taquillas de la credibilidad.

El guión

Apurado como estaba Pedro Sánchez por los últimos resultados autonómicos, las tensiones acumuladas entre él y numerosos líderes regionales estallaron cuando éste convocó un comité federal para recabar el apoyo de las bases y verse respaldado en su intento de no resignarse a la abstención para reelegir a Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. A partir de ahí, los acontecimientos se precipitaron. Desde el primer momento, el PSOE-A, con Susana Díaz a la cabeza, se puso a trabajar en busca de cualquier mecanismo que impidiera que Sánchez llegara al comité federal que se celebró ayer. Así forzó la dimisión de 17 miembros de la ejecutiva federal para tumbar a Sánchez. El objetivo era, según admiten fuentes del partido en Málaga, que no llegara con vida al sábado. La prueba de que el fin de los eufemismos había llegado, y que era hora de posicionarse la dio el propio Francisco Conejo. Aparentemente dolido por el hecho de que se estaba vinculando a Rajoy a los críticos con Sánchez, salió a decir algo así como que no había socialistas de izquierdas y de derechas, sino que todos son de izquierdas, pero que en política, como en la vida, no todo era blanco o negro. Tenía que estar todo muy atado para que Conejo pidiera claramente a Sánchez que dimitiera. Era la confirmación última de que la paciencia se había acabado. «Quizás se tenía que haber hecho mucho antes y no hubiéramos llegado a esta situación», se lamenta un alto cargo del PSOE de Málaga.

Los protagonistas. La guerra abierta en el PSOE cuenta con diferentes actores y para todos los gustos. Entre ellos, algunos cargos socialistas sin los que el intento de desbancamiento de Sánchez no habría funcionado. Cierto es que todo empezó a varios miles de kilómetros de España y en distinto huso horario. Desde Santiago de Chile, Felipe González dejó claro que las distancias pueden ser muy relativas si tu sombra es mayúscula. Le puso la cruz a Sánchez por la mañana y Conejo aseguro dos horas después en rueda de prensa que «siempre había que escuchar atentamente lo que decía Felipe González». Ya sabía, a esas alturas, que había 17 firmas estampadas y listas para hacer tambalear Ferraz. Una de ellas, perteneciente a Estefanía Martín Palop, que se sumó al desafío a Sánchez. Con las dimisiones bajo el brazo, Antonio Pradas, diputado en el Congreso y hombre de confianza de Díaz, se desplazó a la sede del partido y registró las dimisiones para, acto seguido, proclamar que la ejecutiva había quedado disuelta. De secretario general a militante raso en un abrir y cerrar de ojos. César Luena convocó una rueda de prensa para devolver el golpe y a partir de ahí ambos bandos empezaron a tirarse los estatutos del partido los unos a los otros. Al día siguiente, por si el asunto a estas alturas ya no había quitado la razón a ambos bandos por semejante espectáculo tétrico, una, hasta entonces, desconocida Verónica Pérez se plantó en Ferraz para adjudicarse, «guste o no guste» la autoridad del partido. Algunos socialistas malagueños, como el concejal del Ayuntamiento, José Carlos Durán, dirían que era una valiente. Otros, militantes, como Rafael Ballesteros, licenciado en Filosofía y Letras y miembro del Ateneo de Málaga aseguró sentir vergüenza ajena al ver a Pérez despachar a los periodistas presentes en Ferraz no sin cierto aire a folclore. Miguel Ángel Heredia fue el último en hablar. Curiosamente, a pesar de ser el secretario general del PSOE en Málaga, hubo que desplazarse hasta Arenas para verle pronunciarse por primera vez y mostrar su apoyo a Díaz.

El desenlace. En el trasfondo de todo esta crisis inaudita hay una clave. Todo el mundo sabe cual es, pero nadie se atreve a cargar con el lógico coste político que conlleva abstenerse para investir a Mariano Rajoy. De ahí la idea de montar una gestora que trague con el sapo de facilitar un Gobierno del PP y convocar un congreso en el que Díaz pueda dar el salto a la secretaría general. A nivel orgánico no hay cargo en el PSOE de Málaga que no diga que no es el mejor valor para reflotar el partido. Se habla de un proyecto a diez años vista. Hará falta mucho hilo para coser porque si algo tienen en común todas las guerras civiles es que dejan heridos en ambos bandos. El asalto al poder siempre deja víctimas.

Reunión entre PP y C´s

Esta semana ha tenido lugar en el Parlamento andaluz una reunión del grupo de trabajo creado por Juanma Moreno y Juan Marín. Se trata de encontrar puntos de encuentro entre el PP y Ciudadanos que puedan concretarse en un futuro en los presupuestos para el 2017. Elías Bendodo se ha desplazado al Parlamento andaluz para formar parte de este nuevo encuentro que ha tenido como objeto seguir avanzando, sobre todo en temas relativos a asuntos fiscales y en materia educativa. Del clima hostil del que se había quejado la formación naranja, todo indica a que se ha pasado a un estado que puede resultar más productivo. A la vista de las dudas que está provocando el futuro incierto de Susana Díaz, lo normal es que el PP siga aplicando el bálsamo como tanto gusta entre la gente de Ciudadanos.