La vicepresidenta del Gobierno, cuatro ministros, dos presidentes autonómicos, un presidente del PP del País Vasco, un coordinador general del PP en Cataluña, un vicesecretario de Autonomías y cientos de cargos intermedios se reúnen hoy en Málaga, aunque ayer noche los anfitriones, Elías Bendodo y Juanma Moreno, ya agasajaron a todos con una cena para darles la bienvenida a una ciudad a la que el PP parece haberle tomado cariño.

La imagen de hoy bastará para precipitarse a pensar que incluso cabe la posibilidad de que el PP haya adelantado su congreso nacional en una semana. Con traslado incluido de Madrid a Málaga porque es aquí donde la altura del sol le hace a más de uno venirse arriba. El jueves ya pasó por la capital la máxima autoridad del Senado, Pío García Escudero. El propio Bendodo no deja de repetir que el PP y Málaga son fenómenos que corren en paralelo. Este sábado se certificará en el Parador de Golf la imperiosa necesidad que tienen las direcciones autonómicas y provinciales de dejar constancia de su relevancia. Y lo hacen en relación al peso orgánica que soportan los asistentes a sus actos. Dando por bueno este baremo, el PP de Málaga está adquiriendo una fuerza importante y envidiada en otras provincia que se refleja en la alineación tipo que debatirá la ponencia económica que presenta Javier Arenas, y que clausurará la vicepresidenta del PP, Soraya Sáenz de Santamaría: Juan Ignacio Zoido, Fátima Báñez, Álvaro Nadal, Alfonso Alonso, Alberto Núñez Feijóo, José Ignacio Ceniceros, Xavier García Albiol. Este prólogo desvelará cuál será el mensaje con el que se quiere salir del congreso: este partido es una unidad.

El eterno debate sobre la sanidad

De todos los debates habidos y por haber, el que profundiza sobre el estado del sistema de sanidad público en Andalucía es el que va camino de eternizarse en el tiempo. Está de plena actualidad, tiene los ingredientes perfectos para ejercer de arma arrojadiza para la confrontación política, y se desarrolla en medio de un panorama político incierto y dominado por las dudas que crea la intención de Susana Díaz de tomar el control del PSOE a nivel nacional. El PSOE ve como una de sus líneas rojas pierde color y lo que empezó como protestas minoritarias ha terminado por ser un dolor de cabeza importante para el Gobierno andaluz. La pesadilla empieza con su plan, descartado ahora, de fusionar hospitales en Granada. Y un médico, móvil en mano, es capaz de sacar a la calle a más de 45.000 personas pidiendo la paralización de las fusiones, protestas que se extienden por media Andalucía, y provocan las dimisiones de un gerente y un viceconsejero. Y sitúan al Gobierno andaluz ante la mayor crisis política desde hace tiempo como se comprobó en la sesión de control del pasado jueves en el Parlamento.

El desencuentro sonado, como era lo esperado, lo protagonizaron la propia presidenta de la Junta y el líder del PP andaluz, Juanma Moreno. Fiel a su estilo de aliento corto, Díaz le recriminó a Moreno que los mejores años de su vida política en Madrid los habría dedicado a firmar recortes y que en realidad la sanidad «le importaba un pepino». La presidenta ordenó esta semana el relevo de altos cargos en el organigrama sanitario. Escenificó de esta manera su voluntad por acercar posturas y sentenció que, a partir de ahora, cualquier fenómeno de protesta hay que leerlo en clave de intención de «denigrar» y de «manchar».

Un reclamo que surtió, sin embargo, poco efecto en el líder popular, que se desplazó ayer a Málaga para reunirse con asociaciones de usuarios y pacientes. Si se intenta pensar por un instante cómo piensa Moreno o alguno de sus asesores, la intención tiene que ser la de discutir acerca de los asuntos de interés general en lugar de seguir las reglas del juego marcadas por la propia Díaz. Así se generó un debate animoso en la sede del PP con los usuarios del sistema público, que se mutó algo enrarecido con la entrada de los periodistas. No por la presencia en sí de éstos, que también, sino por lo sospechosamente forzadas que se tornan siempre unas conversaciones en las que nunca hay una historia que arañar.

«Aquí se puede hablar, las fotos son mudas», espetó Moreno, quizá, infravalorando el papel del neoredactor obligado a darle forma al mensaje así como a fijar la realidad en imágenes. El concepto de «sólo para gráficos» es una cantinela repetida que empieza a provocar cierto cansancio mental.

Más tarde, arropado por la habitual metalingüística de la rueda de prensa, Moreno adelantó que le exigirá a Díaz un plan de infraestructuras sanitarias. Y lo hará en la «casa de todos los andaluces», por ende, en el Parlamento, donde también pedirá que este plan venga acompañado por un cronograma que fije los tiempos como un reloj de arena.

En demasiadas ocasiones -consideró Moreno- las promesas de la Junta en materia sanitaria se han hecho sobre terreno movedizo. «La Junta está claramente sobrepasada por las situaciones que viven todos los días en el sistema de salud», recordó, además, de apuntar que «no hay un solo día que los medios de comunicación no hablen de carencias del sistema público de salud».

También tuvo una mención especial para Málaga, a la que consideró especialmente «discriminada». Moreno insistió en que la provincia figura a la cola de Andalucía tanto en personal como en proporción de camas sanitarias. Incluso llegó a decir que ve como «un drama que otras instituciones tengan que ayudar a la Junta a construir hospital».

En clara relación a la voluntad mostrada por la Diputación para aportar financiación a un hipotético nuevo hospital en los terrenos del Civil. Una afirmación que tuvo una respuesta rápida por parte de la Consejería de Salud, que le pidió al líder popular que «abandone su actitud de descontento permanente con todas las mejoras que se ponen en marcha porque ´drama´ es no saber reconocer la apuesta y el compromiso de la Junta con la sanidad malagueña, e intentar desacreditarla». Como aval, se citaron sendas aperturas recientes de los hospitales en Ronda y Guadalhorce.