Las alubias tienen gran aporte nutricional, contienen fibra, hierro, hidratos de carbono y ahora son solidarias. Entre el empresario Joost Van Vuren y varios compañeros más nace la ONG Alubias solidarias, una iniciativa que tiene como objetivo vender esta legumbre y donar alimentos en la misma proporción a diversas entidades.

La idea nació cuando este holandés afincado en Málaga y dedicado al marketing buscaba nuevas oportunidades y surgió el crear una iniciativa social. «Pensamos que estaría bien vender alubias pero en vez de ser una empresa, ayudar a comedores sociales y formar a gente sin trabajo. Con las ventas podemos pagar los suelos y donamos la misma cantidad de comida al comedor», expone Van Vuren.

La elección de las alubias no ha sido al azar. Es un producto rico en nutrientes y si se cocina en grandes cantidades su coste es mínimo. Aun así, son conscientes de cómo aprieta el calor los meses de verano aquí y buscan un plato alternativo al invierno.

En principio, buscan darse a conocer entre peñas y asociaciones para cocinar en sus eventos las alubias solidarias, sin embargo, eso es solo una fase de transición para llegar a su objetivo: tener su propio espacio con una cocina industrial. Para ello van a lanzar una campaña de crowdfunding en la que piden 25.000 euros para arrancar el primer año del proyecto. Los empleados que contraten, unos ocho al inicio, serán personas sin trabajo o con problemas para incorporase al mercado laboral.

Ya han hablado con algunas asociaciones y los Ángeles de la Noche, el Banco de Alimentos o los Corazones malagueños son algunas de las entidades con las que colaborarían. «En el precio de la alubia está incluida la donación», incide.

Cocinar es parte del proyecto pero no conforma un todo. También están interesados en ser proveedores de alubias secas a granel y distribuir sus propias alubias sería el éxito absoluto de este proyecto. «En el precio de mercado no hay casi nada apara el agricultor. La intención es ponerlas al mismo precio de mercado y que una parte sea para donar», informa.

La idea suena ambiciosa pero a raíz de investigar cómo hacer realidad este sueño, Joost alude a la empresa Greyston, una fábrica de galletas en EEUU que comenzó en los años 80 en Nueva York con el mismo propósito. «No los conocía y trabajan con un sistema similar desde hace 30 años», resume. Una forma de contribuir a un sistema económico más colaborativo y que mira por el beneficio común. La cadena de puestos de trabajo apuesta por rescatar a personas sin empleo y, a su vez, tiene un fin solidario. «Lo ideal sería en un futuro tener nuestra propia fábrica y poner nuestro producto en los supermercados pero para ello necesitamos una estructura muy grande que, a su vez, generaría empleo», detalla.

Un camino difícil

El primer paso con el que han comenzado esta andadura estos cinco amigos con ocupaciones tan variadas como gruista, programadora, comerciante al por mayor de bisutería y cosmética, vendedor de mercadillo y marketing es formalizar la entidad como ONG, un camino muy diferente al país de origen de Joost, según indica él mismo.

A partir de ahí, han elaborado un plan de negocio de cómo debería crecer la entidad en los próximos años. Ventas, estructura, empleados... Todo medido al milímetro. Sin embargo, aún quedan muchos flecos sueltos pero en cuestión de un par de meses les gustaría estar activos y ponerse a cocinar alubias para ayudar en cadena a aquellos que lo necesitan.