A pesar de ser parte de una gran cantidad de productos que consumimos a diario, el aceite de palma ha pasado de ser enemigo invisible a acaparar titulares y conversaciones en todo el país. La controversia ha llegado, incluso, a los despachos de las principales cadenas distribuidoras que se plantean, junto a sus proveedores, sustituir este producto por otros que conlleven menos efectos nocivos para la salud.

El salto a la fama de la palmoleina o manteca de palma poco tiene que ver con su existencia. Este producto, que se ha convertido en la principal materia prima de muchos alimentos que se consumen a diario en todo el mundo, lleva años agazapado en las despensas tras hacer un trayecto de miles de kilómetros desde Indonesia o Malasia, donde se cultiva el 85% de este ingrediente, y pasar por la fábricas de grandes marcas internacionales.

El etiquetado de papillas, chocolate, hamburguesas, cereales, patatas fritas o cosméticos como jabones lleva impreso este nombre, que ha creado una importante alarma social en los últimos meses, hasta tal punto que hace unas semanas se conocía la noticia de que varias de las principales empresas distribuidores españolas estaban en negociaciones para sustituir este ingrediente o, al menos, intentar reducir su proporción.

«Nosotros estamos comprometidos con la calidad y la sostenibilidad», aseguran en Supermercados Día. La empresa fue una de las primeras en declarar la guerra a este producto. Lo hicieron mediante dos fórmulas: evitando su uso y el de sus derivados e intentando sustituir este componente por otro tipo de aceites. «Esto es lo que le pedimos a nuestro proveedores», insisten. En el caso de que el cambio no pudiera producirse la idea de la cadena es emplear únicamente el aceite de palma con certificado de sostenibilidad.

La negativa de los proveedores se puede dar por causas organolépticas, tecnológicas o medioambientales. Sin embargo, a pesar del revuelo que se ha creado en torno a este producto la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) emitió en 2016 un estudio sobre la toxicidad de ciertas grasas vegetales que tuvo como principal conclusión la necesidad de crear informes adicionales para confirmar el riesgo potencial de la palmoleina. «No hizo ninguna recomendación respecto a dejar de consumir aceite de palma», aseguran en Día y añaden: «Nos debemos a nuestros clientes, si ellos no quieren este producto en nuestra oferta comercial, no lo tendrán pero si lo demandan, lo seguiremos vendiendo». Asimismo, el supermercado asegura que debe ser la sociedad civil y los grandes fabricantes a los que se les debe plantear el debate sobre este producto. «Al final la discusión se centra en la distribución que, al fin y al cabo, solo somos el escaparate de una cadena enorme que hay detrás».

No solo el aceite de palma está en el punto de mira, sino que una gran cantidad de grasas y azúcares son también son objeto de estudio del Ministerio de Sanidad. La entidad, que sigue las directrices de la Unión Europea plantea el año 2020 como fecha límite para reducir aquellos ingredientes que fomentan la obesidad en las cocinas. Así lo explica el director general de la Asociación Española de Distribuidores de Auto Servicio y Supermercados (Asedas), Ignacio García que confiesa que muchas de las cadenas que representan, entre las que se encuentran Mercadona, Covirán, Consum o Supersol, aún no se encuentran totalmente inmersas en la fase de negociación con sus proveedores sino que, por el contrario, están siendo investigadas para determinar cuáles son las diferencias de composición entre los productos que se venden en nuestro país con los que se comercializan en otros países europeos.

En este sentido, según asegura el responsable de la corporación, es necesario entender el contexto en el que se enmarca el protagonismo del que goza actualmente el aceite de palma. «Durante el mes de junio del pasado año el Consejo de Ministros de la Unión Europea fijó como objetivo establecer medidas de mejora en la composición de los alimentos para evitar el sobrepeso». Esta decisión tiene importantes predecesores en España como la estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad (Naos) o el cambio de etiquetado de los productos en el año 2014 y trae como consecuencia el actual estudio de la composición de los alimentos y su comparativa con la UE con el objetivo de facilitar información a los consumidores para que sea más fácil «reducir la obesidad».

«En unos meses se anunciarán los calendarios de negociaciones y cada sector se planteará sus necesidades y compromisos en este sentido», asegura García que añade que la reducción de grasas y azúcares será paulatina y se proyecta para dentro de tres años. «El aceite de palma no es el producto más importante», asevera el responsable de Asedas que añade que a nivel de grasas «España podría estar mejor» que en países como Francia o Alemania y solo sería necesaria una reducción de azúcares en pastelería.

Mientras, la lucha y las informaciones sobre los efectos nocivos del aceite de palma no dejan de sucederse. En este sentido, la pasada semana el Instituto El Pinar de Alhaurín de la Torre inició una campaña en change.org dirigida al Ministerio de Sanidad y a la Junta de Andalucía para intentar acabar con la distribución de este producto en el centro.

La idea, que surgió en la VII edición de la Semana de la Ciencia y lleva 250 firmas es una iniciativa pionera en el ámbito educativo. «Esto ha partido de los niños», apunta el director del instituto y médico, Antonio Lara que ya ha dado órdenes de que se eliminen todos los productos que lleven este ingrediente y que se vendan en el instituto. «En el comedor se consume muy poco aceite de palma, lo que más empleamos es aceite de oliva pero sí es cierto mucha bollería y productos prefabricados que se comercializan en el colegio sí que lo llevan».

La manteca de palma se esconde muchas bajo el epígrafe de «otras grasas vegetales» pero sus consecuencias para la salud cardiovascular siguen siendo las mismas que la de cualquier otra grasa saturada. Por este motivo la petición de estos alumnos malagueños va más allá del ámbito sanitario. «Lo que ellos proponen es quitar este aceite también por la deforestación de bosques tropicales», apunta Lara.

La educación en este aspecto se antoja imprescindible. «Es importante porque la información induce a que no se compren productos que contengan este aceite o que, al menos, se controle su consumo. Nosotros en el colegio intentamos inculcar parámetros de vida saludable como la protección del medio ambiente y este aspecto es uno más».En cuanto a la novedad de la iniciativa, el responsable del instituto El Pinar espera que «este sea un punto de partid» para que la sociedad civil «tome conciencia» y que pronto se sumen otros centros escolares de toda España. En eso coinciden varias de las partes de este conflicto, que ha convertido el aceite de palma en representante de todas las grasas saturadas que pasan por nuestras manos a diario.