Hasta hace unos años era impensable que un novelista o un relatista usaran Málaga como escenario para enclavar sus historias. Nunca lo entendí. Antonio Soler rompió (recuperó, mejor dicho) con esa tendencia y, después de él, otros muchos han usado las calles de la capital de la Costa del Sol como escenario de sus creaciones. Poco a poco, ya no es tabú parir este tipo de novelas y, lo que es más, ya son los temas malagueños los que están ganando un terreno cada vez mayor entre los gustos de los lectores. Ahí tienen a Patrick Tuite Briales y su bestseller Sucedió en Málaga, de Ediciones del Genal, una novela que ha barrido en los dos últimos años y cuya historia atraviesa los principales hitos del devenir malagueño desde la caída de la ciudad a manos de los Reyes Católicos en 1487 hasta la catástrofe de la fragata alemana Gneisennau en 1900 o los paseos del protagonista por el Cementerio Inglés. En la misma línea se mueven Carmen Enciso y Eloísa Navas con sus dos grandes novelas, El Hotel del Inglés y Miramar, propuestas que han vendido muchísimo; o Luis Melero con La desbandá y su secuela, libros que narran los hechos acaecidos tras la llegada de las tropas franquistas a la ciudad y la huida de miles de republicanos por la Carretera de Almería, una de las mayores masacres cometidas por el bando franquista. A todas ellas añado El camino de los ingleses, una obra fundamental de Soler que narra la historia sentimental del entorno de la calle Eugenio Gross y el Camino de Antequera a través de las peripecias de varios jóvenes y que, tal vez, haya sido una de las primeras en reivindicar los escenarios malagueños (lo había hecho antes en varios de sus trabajos, pero este fue su gran éxito).

En esta lista no es posible olvidar las magníficas novelas de muertos vivientes de Carlos Sisi, y esas escenas dantescas que tienen como corazón el barrio de Carranque, el libro del finalista malagueño del Premio Planeta, 7LR, Juan Miguel de los Ríos o Malacitanus, de Cristóbal Romero, nuestro particular Robert Graves, así como las magníficas novelas de historia marítima de Montserrat Claros (Hijo del acero, La biblioteca del capitán y El periplo del talismán), que tanto éxito han tenido en Amazon, algunas de ellas entre las más leídas en castellano. Pero no sólo autores locales han usado Málaga como telón de fondo para sus novelas: recuerdo que Arturo Pérez-Reverte, en La Reina del Sur, sitúa una de las escenas de acción en la Alameda y en la entonces librería homónima, ocupada hoy por Luces.

«¿Pero vas a ambientar tu novela en Málaga? Llévatela a Madrid, Barcelona o Nueva York», se decía antes a los creadores que apostaban por las calles de su ciudad como plató novelesco, palabras que, posiblemente, ya no se van a escuchar mucho más. Los autores malagueños se han sacudido los complejos y usan su ciudad para contar sus historias, encuadradas en todo tipo de géneros, lo que es un orgullo para los lectores autóctonos.