Rafael Prado Fernández-Baca muestra la foto de finales de los 60 de su abuela materna Concha Casares: está asomada al escaparate de su óptica, joyería, relojería y tienda de fotografía de la calle Salinas, la Óptica Dukar. «Era una mujer muy emprendedora. Estuve trabajando con ella diez años», comenta este óptico malagueño de 31 años, que destaca que el nombre del establecimiento, Dukar, hace referencia «a un tratamiento de la casa Indo que nunca llegó a salir, pero a ella le gustaban los fonemas, la forma en que sonaba el nombre en la boca».

Aunque doña Concha Casares falleció el año pasado, a los 94 años, le dio tiempo a disfrutar de una sorpresa muy especial que le preparó su nieto: una colección de gafas con el nombre de su antigua óptica. «La llegó a tocar, estaba pletórica», recuerda.

Rafael Prado está al frente de la Óptica Fernández-Baca 1913, de la plaza de la Constitución, 12. El año 1913 recuerda el del nacimiento de la primera óptica de su familia, en calle Granada, que abrió su bisabuelo Juan Fernández, quien tres años más tarde se casaría con Trini Baca.

El joven óptico malagueño también cuenta, en la calle Santa Lucía, 11, con la Óptica Fernández-Baca Autor, en la que vende la colección Dukar.

Las gafas, hechas una a una por artesanos italianos, salen del pueblecito de Lorenzago di Cadore, de unos 600 habitantes, junto a los montes Dolomitas. El pueblo, junto a otros del mismo valle, vive de la fabricación de gafas, muchas de ellas para marcas de lujo.

Gafas irrepetibles

«Son todas gafas muy sencillas, muy honestas porque están a un buen precio y las formas son muy sencillas: sabemos que siempre funcionan», indica. Rafael Prado toma como muestra una de las gafas y comenta: «Estas gafas se están haciendo por lo menos desde hace 70 años, siempre funcionan». La colección, eso sí, cuenta también con modelos más innovadores, «con colores un poco más divertidos».

La particularidad de esta colección, con tanto significado para esta saga de ópticos malagueños, es que se trata de gafas irrepetibles: se fabrica una única pieza de cada modelo. «Gafa que vendemos, gafa que no repetimos. El que se lleve esa gafa ya sabe que no se la va a llevar nadie más», subraya.

Desde que puso en marcha la colección, ha salido medio centenar de gafas y ya se ha vendido la mitad. «Y estamos por recibir siete más. Vamos con cuentagotas».

Rafael Prado destaca que se trata de un producto «honesto y sincero». «El margen lo tengo muy pequeñito porque también mi abuela me ha inculcado siempre la filosofía de ser una persona humilde y trabajar a gusto. Casi estás pagando el material, pero yo lo que quiero es que la gente las lleve y las sienta», confiesa.

Además, desde hace dos años la óptica tiene la colección Fernández-Baca. En este caso cuentan con cinco gafas de cada modelo y están hechas en Málaga capital.