«Construir un nuevo mundo» es una de las premisas de María Montessori, premisa que siguen en el colegio malagueño que lleva su nombre. Obras arquitectónicas como la Estatua de la Libertad, el Cristo de Corcovado, la Puerta de Brandeburgo, la Ópera de Sidney o el Burj Khalifa tienen cabida en ese mundo. Del mismo modo, la Puerta de Alcalá, el Patio de los Leones de la Alhambra granadina, la Sagrada Familia o la Giralda de Sevilla, en representación española, se entremezclan con paisajes como el monte Fuji y con animales tales como los canguros australianos, el dromedario de África o el oso pardo americano.

El puzle más grande del mundo es el que recoge en sus 42.000 piezas, divididas en siete paneles de 6.000, estas estampas y muchas más, las que representan lo más característico de cada uno de los cinco continentes de la Tierra. El montaje de esta actividad la llevan a cabo, con mucha ilusión, los alumnos y padres del Centro Internacional María Montessori.

«Yo solo pretendía enseñarlo por el grupo de WhatsApp de padres», cuenta Adrian Chesterman, diseñador del puzle y padre de uno de los alumnos. «Cuando propusieron llevarlo a cabo en el colegio, pensé: ¡Estáis locos!».

Y así ha sido. Esta actividad resulta una iniciativa muy novedosa y que desde el primer momento cuenta con el respaldo de la directora, Valeria Mercuri. «Esto sigue la filosofía de María Montessori de construir un mundo nuevo y coincide con nuestro método pedagógico. Es muy ilusionante ver a los pequeños entusiasmados poniendo piezas, vienen a ayudar antes de entrar a clase y también por las tardes», señala la docente.

Chesterman contempla con alegría su creación. Su marcado acento escocés explica cada detalle de la obra: «El puzle contiene imágenes propias de cada continente del mundo. De izquierda a derecha, observamos América del Norte y Sudamérica, pasamos por Europa occidental y la parte del Este, y a continuación podemos ver Oriente Medio, África, la parte de la India y, finalmente, China, Japón y Australia», indica el autor.

«Por desgracia -continúa-, no caben todas las imágenes que quisiera, a pesar de que mida ocho metros de longitud», destaca Chesterman. «Teníamos el reto de acabarlo en cinco días, pero no ha sido posible».

¿Y qué objetivo tiene esta actividad? «Conseguir el Récord Guinness no es lo que nos mueve, lo importante es hacer familia en el centro», afirma Chesterman. «Tenemos pensado donarlo al Hospital Materno Infantil, para que los niños puedan verlo».

Cada día, desde las 9.00 hasta las 21.00, niños de entre 7 y 11 años ponen sus pequeñas manos a disposición de La Sirenita de Copenhague, la Mezquita azul turca o la Muralla China, construyendo un nuevo mundo que aúna diferentes culturas, que deriva en aprendizaje y cuyo destino final es insuperable.