No es que fuera el 'todo o nada', pero lo cierto es que este partido ya dejaba de ser uno más. Una derrota podía dar al traste con el gran inicio de segunda vuelta que había protagonizado el Málaga. El descenso estaba a cuatro puntos, y caer otra vez en La Rosaleda habría encendido de nuevo las alarmas. De hecho, en los bajos de Martiricos ya empezaba a sonar un nuevo 'runrún' de sufrimiento que auguraba muchos problemas para el equipo si no se invertía rápido la dinámica de derrotas en la que había entrado.

Dicho y hecho. El Málaga superó al Villarreal en La Rosaleda y alejó los fantasmas, al menos hasta el enfrentamiento del miércoles en Mestalla. Los de Muñiz fueron mejores durante los 90 minutos, aunque las diferencias en el marcador se establecieron en la segunda parte. Y fue un nuevo regreso el que dio los tres puntos a los albicelestes. El de Baha. El enésimo ya, por cierto.

El francomarroquí entró desde el banquillo en los comienzos de la segunda mitad y decidió el partido con dos tantos. El primero a la salida de un córner, y el segundo tras una jugada colectiva en un contragolpe. Era el premio que merecía el equipo tras un partido en el que, una vez más, estuvo bien plantado. Con una diferencia: en esta ocasión el rival no pudo jugar. Y, con Duda por la izquierda, el peligro al ataque estaba asegurado.

Así consigue el Málaga responder a la victoria del Valladolid el sábado en Riazor. Un triunfo sin paliativos que le permite tomar aire, sobre todo tras sujetar a la perfección a un equipo que venía con fama de jugar al fútbol bajo la dirección de Juan Carlos Garrido.

Dicho todo esto, la primera parte fue de aspirinas. Pero en cantidades industriales además. Mucha táctica, mucho centro del campo y, sobre todo, el balón parado. De hecho, la primera ocasión realmente clara del partido no tuvo lugar hasta el minuto 41, cuando en una preciosa jugada colectiva, Duda le puso el balón a Apoño, quien a su vez prolongó hacia Fernando. El malagueño no tuvo otra cosa que rematar... ¡de tacón! Obviamente la pelota salió casi por la línea de banda. Fue lo único destacable hasta el descanso. Y suerte que la afición no se haya tenido que acordar de tamaño fallo.

Sin embargo, en la reanudación Garrido metió pólvora. Entraron Nilmar e Ibagaza. Muñiz respondió quitando a Fernando y dando entrada a Valdo en el césped. El leonés, recuperado para la causa después de una primera vuelta desaparecido, respondió a la perfección.

Aunque el que de verdad decidió fue Baha. Entró detrás de Caicedo como mediapunta, en lugar de un Benachour que no tuvo su día. Suyo fue el primer tanto al rematar un córner de Duda -qué bueno que volviste- y el equipo, acostumbrado a navegar contracorriente, debía gestionar media hora con ventaja.

Ni siquiera la entrada de Rossi inquietó a los albicelestes, que defendieron a la perfección -tremendo el despliegue de Manolo- y jugaron a la contra con mucho espacio. Más que acercarse el empate, lo que se intuía era el 2-0, ante el disfrute de La Rosaleda. Hasta que llegó.

Fue en una jugada desde la derecha. Valdo la puso por bajo al área, Obinna -que había entrado antes por Caicedo- la dejó pasar y Baha, totalmente solo como si aquello no fuera con él, fusiló a Diego López. Éxtasis.

Pudo haber goleada si Obinna no hubiera fallado un mano a mano con Diego López. Pero era suficiente. El Málaga volvió a ganar. Baha recuperó la sonrisa. Y el descenso se vuelve a ver como una lejana pesadilla. Un mal sueño que, de momento, no molestará más a los malagueños.