Tres meses después, el Málaga volvió a ganar fuera de casa. Tres zarpazos fueron suficientes para la remontada frente al Getafe, tras una primera parte para olvidar y una segunda idílica, la soñada por cualquier aficionado albiceleste. El conjunto blanquiazul tiene cada vez más señas de equipo grande, que solventa situaciones difíciles gracias a la eficacia de sus individualidades.

Lo que pasa es que para ese desenlace hubo antes que sufrir. ¿Tomarán tila, valeriana o algún otro relajante los jugadores del Málaga CF antes de cada partido fuera de casa? Cuesta creer que la actitud del primer tiempo de ayer sea la misma que se exhibe habitualmente en La Rosaleda. Los hombres de Manuel Pellegrini volvieron a conceder la iniciativa al rival, se limitaron a buscar, sin apenas intensidad, el área contraria después de mucho toque en la medular para nada de nada.

Pellegrini sólo hizo el cambio obligado de Jesús Gámez por el lesionado Sergio Sánchez en un Coliseum con menos de 10.000 espectadores y donde casi se oía más al centenar de seguidores malaguistas desplazados desde Archidona, Istán y otros rincones malagueños.

El gitano Güiza perdonó a Willy Caballero en dos claras ocasiones, una con la cabeza y otra con el pie tras un rechazo, en sendos avisos de un bloque desesperado y con una racha negativa de resultados. El Málaga CF, que llevaba cinco derrotas consecutivas fuera, tampoco le iba a la zaga. Pero el cúmulo de despropósitos de uno y otro equipo era constante, como en un partido de colegio. En uno de ellos atrás, la zaga malacitana permitió rematar a bocajarro a Diego Castro, uno de los tres exmalaguistas del conjunto getafense (junto a los malagueños Alexis Ruano y Juan Rodríguez), pero Caballero estuvo atento y repelió el disparo.

El «Geta», habitualmente, es como un globo que se desinfla con el paso de los minutos. Pero el Málaga CF daba ayer tantas facilidades atrás, que el conjunto del sur de la comunidad de Madrid se crecía conforme avanzaban las manecillas del reloj. Y llegó el jarro de agua fría. En una de las subidas de Monreal, Valera cogió la autopista, se metió hasta la cocina y le regaló el gol a Diego Castro, el jugador que no servía para el Málaga y que tuvo que emigrar sin tener oportunidades en Primera cuando empezaba a despuntar.

El 1-o, al borde del descanso, debía hacer reaccionar a un bloque blanquiazul con números ridículos lejos de La Rosaleda. Diego Castro, metido hacia adentro, desarbolaba una y otra vez a toda la zaga. El mediapunta gallego había hallado el premio a su visión de juego en una primera mitad en la que sólo se salvaron de la quema, además del hijo de Fernando Castro Santos, los dos porteros, Valera y Miku, que sin tener ocasiones claras, esta vez le ganaba el duelo a su compatriota Rondón.

Pero todo cambió tras el intermedio. Pellegrini apostó por las bandas al meter a Joaquín y Eliseu en detrimento de Isco y Recio. El portuense dio un magnífico centro de gol en bandeja a Sebas, que picó demasiado el balón y, dos minutos después, el portugués (el otro revulsivo) marcó un golazo desde fuera del área, sorprendiendo a Moyá con su pierna mala.

A partir de entonces, el Málaga CF se gustó, el globo parecía pinchado, Cazorla fue, por momentos, el internacional que brilló frente a Venezuela, y hasta Pellegrini cerró la medular al meter a Demichelis... de pivote junto a Toulalan. La tripleta Joaquín-Cazorla-Eliseu, con Rondón de nueve, llevaba peligro gracias a los balones cazados por «Micho». Toulalan se inventó un trallazo impresionante que, tras dar en el poste, supuso el 1-2. Luego, el propio Cazorla anotó el 1-3 al pillar adelantado a Moyá. El Málaga CF se levanta hoy en Champions.