¡Champions! ¡Champions! ¡Champions! ¡Champions! ¡Champions! Grítenlo fuerte y hasta la saciedad. Cántenlo cuando vayan a la playa, a la panadería o antes de entrar en el teatro. De hecho, así nos podríamos quedar todo el verano porque la ocasión lo merece y porque este estado de euforia ha alcanzado ahora su punto más álgido, pero no ha hecho nada más que comenzar. Señoras y señores, somos de Europa y hemos entrado por la puerta grande, por la puerta de los campeones.

Sobre ese elitista anglicismo ha recaído el peso de la ilusión malaguista en las últimas semanas. Y por fin se ha conseguido. La Champions, en definitiva, lo que viene a decir es que formas parte del selecto grupo de los mejores equipos de Europa. Y ahí estará el Málaga este verano, cuando con la calina veraniega se decida su suerte para entrar en la liguilla de la mejor competición del planeta en lo que clubes se refiere. Sólo participar en esa fase previa ya es todo un éxito. Y como tal hay que celebrarlo.

La fiesta, en este sentido, fue total y perfecta. Pero el partido se comenzó a jugar desde muy pronto. La Málaga futbolera se levantó con ganas de marcha. Desde primera hora, la afición demostró que nadie ni nada podría evitar el éxito de la Champions. Y ya en el estadio, la fiesta fue la mayor y más grande jamás vivida en La Rosaleda. Espectáculo puro con mosaico, animación y colorido blanquiazul inmejorable. Estaba claro que la afición ya esperaba al Málaga CF en la Champions. Por eso el primer gol lo metieron ellos. Para entonces, la plantilla del Málaga ya sabía que saltaba con red hacia lo desconocido.

Como comprenderán, en estas líneas hay poco de fútbol y mucho de sentimientos y emociones. Alcanzar la Champions es un logro tan complicado que sólo se valorará en su justa medida en el futuro. O quizás ésta sea la línea a seguir en los próximos años. De una forma o de otra, lo mejor es disfrutar el momento y vivirlo con la emoción de las grandes gestas. Como si fuera la única o la última vez que se consigue.

Con esa emoción y hambre de irrumpir con fuerza en el panorama internacional del fútbol saltó el Málaga al césped de La Rosaleda. No mostró concesiones y estuvo tan vertical y controlador como de costumbre. Si el Sporting se jugaba la salvación, no lo parecía. El Málaga tenía atenazado y acorralado al conjunto de Javier Clemente como si de un cazador furtivo se tratase con su presa. Era cuestión de tiempo que el gol llegara. Tiros al palo, ocasiones claras de Rondón, combinaciones de lujo... Pero la figura de Juan Pablo iba creciendo por momentos.

El descanso fue un globo de oxígeno en la tensión acumulada. Nada estaba decidido y en el aire se mascaba la tranquilidad del dominio, pero la inseguridad del empate «gafas». Cualquier accidente mandaba al garete la cuarta plaza y la consiguiente previa de la Liga de Campeones.

Pero en el minuto 50 todo se desató. En un mísero instante, en lo que tarda Rondón en ganar el salto a su defensor y rematar el balón al fondo de las mallas, el Málaga pasó de ser un equipo más de la Liga BBVA a formar parte de la nómina de conjuntos que compiten en la Liga de Campeones. Locura, jolgorio y éxtasis. Todo aderezado con el aroma del éxito que ha envuelto casi cada partido en La Rosaleda del Málaga este año. Todo mezclado con el placer de haber alcanzado la meta de los equipos mortales. Fue Rondón, que si bien es cierto que falló otras muchas, el que pasará a los libros de historia blanquiazul con su gol.

Con tremenda fiesta en las gradas era casi difícil continuar jugando. Y para lo que restaba de partido, La Rosaleda ya era una auténtica bombonera. Había más pasión e interés en la afición que sobre el césped. Cánticos de todo tipo, festejos y abrazos repartidos. Nada se quedó en el tintero.

Con viento a favor, el Málaga pudo meterle un carro al Sporting, que al menos se despidió con dignidad de Primera. Pero también hubo tiempo para la emoción. El gol de Falcao en El Madrigal metía intriga a la clasificación. Un despiste podía mandar todo a cajón del olvido. Pero la historia estaba escrita y el Málaga había conseguido la mejor clasificación en su alargada vida. Los blanquiazules ya habían agarrado tan fuerte la cuarta plaza que era imposible que ni veinte «Falcaos» le quitaran su «título».

Con todo los honores para este Málaga se despidió de la temporada 2011/12. Un curso para el recuerdo, pero antesala de lo que está por venir. Disfruten, porque agosto está a la vuelta de la esquina y vendrá cargado del mejor fútbol.